os días después del 8 de marzo, es justo decir que el gran logro del feminismo en sus siglos de andadura es haber ido desentrañando, desvelando y comunicando el armazón del patriarcado, una estructura que desde hace milenios ha colocado a las mujeres en una posición inferior y subordinada a los hombres. Con todos los matices y las variantes que caben en un fenómeno universal, pero afirmando precisamente eso, su carácter global. ¿Que aliena a hombres y mujeres?, claro, pero en el reparto desigual unos tienen privilegios, que son la plusvalía que se deriva de la posición subalterna de las otras que los sufren. Con todos los matices y las variantes que a esta circunstancia añaden las condiciones y los recorridos vitales que hacen de cada persona una individualidad, una biografía. Desconocerlo hoy es mucho desconocer. No querer conocer no es inocente. La ignorancia es un filón dorado, un banco de pesca infestado de anzuelos rutilantes.

La ilusión de que una o uno se ha hecho a sí misma o mismo en condiciones de laboratorio y ha sabido esquivar las influencias ambientales es tan ingenua que hace sonreír, pero tan peligrosa que da mucho miedo. Supongo que responde al extendido deseo de pertenecer a un grupo selecto, en mi entorno no nos pasa eso, o a un deseo de pureza, a mí eso no me contamina, o al gusto de elaborar autobiografías épicas, yo eso ya lo superé, ¿tú no? Elitismo.

La ignorancia de la historia, del trabajo de pensamiento, observación y sistematización, de las luchas sociales y políticas, del activismo, de la solidaridad, de la represión, de las felices consecuciones que se normalizan y de las aún lacerantes situaciones de injusticia, precariedad y déficit de derechos no puede constituir la base de ninguna opinión que quiera aspirar a ser respetable.