El número de accidentes de tráfico es ahora muy inferior al de hace unas décadas, entre otros motivos, porque hemos crecido a la par que la conciencia del riesgo y el respeto al volante. Los que tenemos unos años recordamos sin esfuerzo lo temerarios que fuimos de jóvenes y se nos ponen los pelos de punta rememorando las pasadas cometidas. De todas maneras, aunque la seguridad vial haya mejorado, seguimos siendo unos imprudentes y esta misma semana un conductor, que quiso huir de la Policía Foral con el coche cargado de plantas de marihuana, dio positivo en cannabis, anfetas y metanfetamina y otro, tras atropellar a un perro, fue detenido por realizar intencionadamente mal las pruebas de alcoholemia. Claro que tampoco serán fáciles de olvidar aquel automovilista borracho que pretendía aparcar su coche en el garaje de la Policía Municipal de Pamplona y el camionero que, multiplicando por ocho la tasa de alcohol permitida, se quedó atascado en la travesía de un pueblo e intentó salir de allá a golpes, por ejemplo.

Parece que algunos no aprenden y las estadísticas lo confirman: casi 1.100 personas al año son condenados en nuestra Comunidad por conducir ebrios o bajo la influencia de drogas y, lo que es peor, las cifras permanecen estables hace años.