Gracias a esos datos que nos rondan por la cabeza solemos asegurar que a esta comunidad no le va tan mal e incluso que está mejor que la media nacional. Según la EPA, la última tasa de paro conocida fue del 8,19 en Navarra, mientras que en el conjunto del Estado ascendió al 13,9, y vivimos en la tercera autonomía con mayor salario medio. De hecho, acabamos de saber que la tasa de pobreza severa se ha reducido casi a la mitad al cumplirse un año de la implantación de la renta garantizada. Pero al mismo tiempo, uno de cada tres menores de 16 años corre el riego de caer en situación de pobreza y la desigualdad salarial sigue aumentando entre nosotros por culpa de miles de empleos precarios que dejan bien a las claras que el crecimiento económico favorece a unas capas sociales y sólo a ciertas ocupaciones. Dicen los expertos que una de las grandes carencias de nuestra economía es la falta de empresas de servicios de alto valor añadido, motivo por el que esta próspera zona no logra impedir que, cada año y de manera creciente, más navarros la abandonen para trabajar en Madrid. Y pese a los que se van, ya somos más de 652.000 habitantes. Eso sí, es la emigración la que evita estemos en crecimiento vegetativo negativo. Datos, algunos desalentadores, otros estimulantes. Es difícil quedarse a una carta.