Me desalienta ver que por cada paso adelante frente a la pandemia, parece que diéramos otro hacia atrás y eso que llevamos un verano repleto de renuncias sobre todo por parte de los jóvenes, que no están en edad para tanta prohibición. Lejos de culpar de los rebrotes a un colectivo por el hecho de serlo, no olvido las estampas que el pasado jueves observé en algunas calles de poteo de Pamplona.

Entre los grupos congregados alrededor de las mesas de terraza, bastantes chavales con pinta de estar ya en la universidad se pasaron el rato sin mascarilla habla que te habla, apretujados unos con otros, sacándose selfies abrazados y beso va, beso viene. A su lado, otros andaban calle arriba y abajo bebiendo de la misma botella hasta finiquitarla, más besos y más saludos a los conocidos con los que se encontraban.

Eso sí, todos se tapaban la boca rápidamente, y entre risas, cuando veían llegar a los municipales de patrulla por el barrio. Para ellos era un juego, a mí me parecieron unos inconscientes y, al final, por conductas así y por otras causas y actitudes, seguro, el Gobierno de Navarra ha ordenado incrementar las medidas de contención sanitaria, que estrechan aún más nuestra escasa vida social, en un intento de frenar la ascendente curva de contagios que a todos nos amenaza.