a hemos llegado a septiembre, al regreso a la normalidad, al momento de recuperar hábitos y rutinas. Reconociendo que no queda otra y que es una simpleza rebelarse contra la vuelta al cole, me está dando una desgana infinita esto de volver al redil. Sin embargo, una cosa es el perezón que a muchos nos embarga al encarar la temporada otoño/invierno -que en esta ciudad se sabe cuándo se entra en ella pero nunca si se podrá salir para Sanfermines- y otra el hecho de que este mes venga siempre acompañado de viejas usanzas y atavismos, de ritos que no hay manera de enterrar. Valga este ejemplo del que fuimos testigos en la noche del pasado miércoles en el frontón Jito Alai de Pamplona, cuando un grupo de niñatas que decían ser estudiantes veteranas de la residencia de mujeres ubicada junto al Arzobispado se dedicaron a hacer putadas -las llaman novatadas- a las chavalas recién llegadas. Entre otras pruebas, las novatas debían contestar a todas las preguntas, por muy personales que fueran, que las primeras les proferían con aires de estúpida superioridad, masajear a las gritonas e intentar cantar correctamente el himno de la citada residencia. En caso de error, las mayores les estampaban platos de nata en la cara. Hay normalidades que dan para atrás y te provocan ganas de huir.