no, Bríos no es ningún candidato nuevo, es tal vez lo que nos falta para poder darle la vuelta a esta situación que amenaza con hundirnos en la miseria política. Resulta incomprensible que después de las manos de trile y tute que se han jugado, con las cartas marcadas encima, pretendan volver a presentarse a las elecciones para que les voten los mismos que se han visto burlados. Otro misterio de la vida pública española que quedará sin dilucidar.

Para presentarse como si nada hubiese pasado y no pensar en que has decepcionado de manera grave, hace falta una soberbia notable y un estar muy convencido de que la ciudadanía vota porque sí, porque hay que votar y por miedo real a la derecha reaccionaria que se está instalando de manera veloz, y a la vez de que esa ciudadanía para todo en la que poco han pensado no se va a dejar llevar por la desgana que ellos han provocado y no va a tirar la toalla. Difícil de entender, la verdad.

Además, no engañan porque aluden directamente a quienes sostienen el sistema y el régimen que les conviene: los financieros. Está visto (a juzgar por su declaraciones) que quienes dirigen la política no son los ciudadanos que votan y sus representantes, sino los poderosos que están detrás y que declaran con desvergüenza que van a poder dormir tranquilos porque la izquierda que representa Podemos no va a estar en el gobierno ni a su sombra. Confían sin duda en que se lleve un palo en la repetición de las elecciones, algo que es más que posible porque la izquierda va camino de la desaparición por consunción y eficaces labores de sembradores de cizaña, como el Tulius Detritus de Asterix.

Boto a bríos, sí, al menos de manera metafórica, cuando leo sobre Pilar Primo de Rivera, mujer a la que el franquismo no dejó que fuera valorada como se merecía, dicen, y pienso que han vuelto a beber o que nunca lo dejaron y lo hacen a escondidas. Y pienso en lo que las hemerotecas no frecuentadas atesoran sobre lo que hizo aquella Falange de la Sangre que armó Juan Antonio Ansaldo. Feminismo empoderado el de Pilar Primo de Rivera de quien nunca se pudo dilucidar si participó o no junto a otros aristócratas en el asesinato de la socialista Juanita Rico, en junio de 1934. Y más, mucho más, por autoría o complicidad directa o indirecta con un régimen criminal.

Boto a bríos, o debería hacerlo, cuando ese siniestro personaje que es Margarita Robles -a sus palabras de indecorosa adulación y actos me refiero- declara que la Legión representa lo mejor de España y unas cuantas sandeces más, en la seguridad que van a ser bien acogidas por la peña patriótica y berreadora, esa que hoy, patriótica, hace lo que le da la gana y les mete miedo porque saben que ya vienen, que ya están ahí y pueden empujarles fuera del escenario. Pero lo cierto es que ya en muchas de estas cuestiones me encojo de hombros y pienso que haga y diga lo que sea, harán y dirán lo que les dé la gana desde sus puestos de privilegio, en propio beneficio siempre. ¿Lo mejor de España? ¿No será acaso esa gente que trabaja en condiciones de inseguridad y padece una Reforma Laboral que ellos se niegan a derogar, pese a haberlo prometido? ¿No será la que soporta condiciones de vida que en otros países hubiesen conducido a la sublevación? ¿Y qué tiene que decir con los cientos si no miles de jóvenes profesionales que se han tenido que marchar por falta de oportunidades o trabajo? Cómo va a ser laico un país cuya ministra de Defensa en funciones invoca un Cristo procesional. ¿España más segura, dice la flamante ministra? ¿Frente a quién, frente a qué? ¿De nuevo frente al ‘enemigo interior’, como en 1934, como en 1936? Da que pensar si esta gente no seguirá fiel a viejas mitomanías marciales formadas sobre el lomo de sucesivas derrotas que poco o nada tienen que ver con un país de verdad democrático y sí con otro militarista, autoritario, reaccionario más que conservador, cuyos enemigos exteriores son imaginarios o no se combaten de manera convencional. Cuando en tiempo de paz lo mejor de un país es un cuerpo de ejército, malo, feo.