Arranca el nuevo gobierno progresista con los peores augurios, entre insultos, berridos, llamadas al golpismo, calumnias que ya no lo son si tienen quien las aplauda, convertidas en genuina libertad de expresión. Poco importa la calidad de los ministros nombrados, es decir su cualificación en el campo para el que han sido elegidos. Acoso y derribo. Todo vale, preferentemente si es mentira, si no se ajusta a la realidad de los hechos. El juego sucio es el juego. ¿Va a poder gobernar con eficacia el nuevo gobierno de coalición en estas condiciones? Está por ver. Fácil no lo tiene por muchas esperanzas que varios millones de ciudadanos tengan puestas en él.

La extrema derecha está en el escenario y el suyo es un historial de bronca golpista. No sirve de nada ignorarla, de manera suicida, para que deje de existir. Está a pesar de los pesares y cuenta en el panorama político y social más de lo que se supone. No es en absoluto necesario leer a Malaparte en su Técnica del golpe de Estado, donde habla de la "parlamentarización" del fascismo, porque aquí no ha hecho falta ningún complot, aquí la extrema derecha de nuevo cuño y viejas mañas, ha despertado a golpe de cornetín patriótico, xenófobo, racista y reaccionario. El patriotismo es ya una forma de autoritarismo, una ideología, y la dictadura parlamentaria el próximo paso.

A veces me da por pensar en qué opinaran los conservadores de larga tradición ingleses y franceses, que tienen otra formación intelectual e instrucción elemental incluso, de esta patulea que berrea, se embronca, echa bencina a la hoguera del odio, mientras cobra guapamente del Estado.

Los bochornosos incidentes de los debates de investidura de hace unos días son agua pasada, pero no hay que desesperar, enseguida tendremos otros, no van a tardar nada en regresar los berridos y las mañas del juego sucio: las carencias y necesidades de la ciudadanía, esas para el gato. O nosotros o el caos (que nosotros mismos provocamos).

Hace tiempo que lo que conviene oír y decir sustituye a lo que de verdad hay. La información no interesa, la propaganda sectaria tiene más jugo y poder de persuasión. ¿Que la banca no devuelve lo apropiado de manera indebida? Hablémosles de que se rompe España. ¿Que la política de vivienda es de ínfima calidad cuando no asocial por completo? Hablémosles de bolivarianismo y de Venezuela. ¿Que hay carencias sociales de envergadura en los terrenos de asistencia sanitaria y vital? Hablémosles de "la ETA". No interesa el bien público, sino el ejercicio del poder.

En ese clima de desinformación grosera y de todo vale mientras sea yo quien ostente el poder, se inscribe para mí lo sucedido con los terroristas catalanes detenidos hace unos meses a bombo y platillo y que han ido siendo puestos en libertad, por la gatera como quien dice, uno detrás de otro. Bien es verdad que con fianzas, porque hubiese sido demasiado grosero hacerlo por las buenas, como en aquel caso de los titiriteros y tantos otros que fueron encarcelados con graves acusaciones y puestos en libertad sin cargos tras pasar por la cárcel hasta que se enfriara el ruido mediático. A esto se le llama Estado de Derecho. Será interesante saber cómo se resuelve el caso, y cuándo, y el eco mediático que reciba.

La enormidad terrorista catalana se desinfla porque fue inflada de mala manera y siempre agota mantener con vida las patrañas. Aunque la mentira es un buen motor de arrastre, llega un momento en que no se puede seguir mintiendo con pleno sentido y no caer en la bufonada.

Los detenidos fueron portada hace unos meses, titular de descabello en cuerpos rotundos. Fueron bazofia de tertulianos e informados, objeto de calumnias graves vertidas desde cargos políticos con acta de diputado. Nada. Silencio. Los que dijeron, acusaron, difundieron noticias falsas, no dicen, callan, miran para otra parte, esperan a que hablen los tribunales. Sin duda han olvidado lo que dijeron, que ese es el truco porque su clientela lo ha olvidado y ya hoza en otro potaje intoxicado.