sta semana hemos sabido que al teniente de la Guardia Civil de la pelea del bar de Altsasu, al que una sentencia de la jueza Espejel declara como agredido, la Audiencia Nacional le ha denegado la condición de víctima del terrorismo que había solicitado, por no serlo y no ser merecedor en consecuencia de tal condición ni, supongo, de las atenciones especiales que van con ello aparejadas. Se ve que le gustan las medallas.

No sé de qué puede ser capaz quien hace algo parecido y cuál puede ser su sentido de la ética, no lo sé, pero la historia me deja perplejo. Borrascoso juicio aquel, presidido por una magistrada, la Espejel, cuya actuación esperemos sea examinada por tribunales europeos en atención a la manera en que fueron denegadas las pruebas de descargo que produjeron la más que evidente indefensión de los acusados. Será, si el resultado es favorable a los muchachos de Altsasu, una victoria pírrica en la medida en que está visto que España hace caso omiso de las sentencias europeas que le derriban sus abusos judiciales. Los daños producidos por la condena son ya irreparables.

Que una magistrada como la Espejel acabe en el Tribunal Constitucional, por imposición política del Partido Popular, produce algo más que perplejidad e induce a dudar de su capacidad de juzgar de manera por completo independiente, sin sesgos políticos, dado que en los casos que allí llegan es muy fácil que las cuestiones políticas sean la causa de las jurídicas, elevadas por personas que, con toda seguridad, ni son ni van a ser de su agrado.

Llevamos años viendo que lo jurídico es plenamente político en las decisiones de la judicatura, en sus altos y en sus bajos niveles. Como si la judicatura se hubiese arrogado el derecho no ya de juzgar con arreglo a las leyes, que es lo suyo, sino de ser la salvaguarda de la ortodoxia política nacional encarnada en una derecha que deriva día a día hacia el autoritarismo. A este paso solo falta colocar en la fachada del Tribunal Supremo una bonita cruz verde de buen tamaño. No sé cómo a Marchena no se le ha ocurrido.

Es algo evidente que, impidiendo investigaciones o no emprendiéndolas (que no sé qué es peor), hay un intento político de encubrir las responsabilidad de la derecha gobernante en los fallecimientos, de manera infame y criminal, ocurridos en la residencias de ancianos madrileñas ... Tanto que si se le exige a la responsable (confesada como tal por la Ayuso impune) de esas residencias contesta de manera abusiva: "Sobre las cifras de fallecidos... bueno, de verdad... hasta luego... da igual... paso". ¿Inconcebible? Quiá, ese es el tono macarril, chulesco y de mala intención de quien tiene la fuerza de mano: la derecha a la madrileña, con ínfulas de expansión estatal.

Y a propósito de fuerza. Resulta indignante y alarmante que fuerzas policiales se propongan manifestarse en contra de la reforma de la ley Mordaza. ¿Qué defienden esos uniformados? Mis derechos desde luego que no, al revés. ¿Los suyos? ¿Cuáles? ¿La represión abusiva de derechos civiles? ¿La impunidad? ¿Son esos sus derechos?

Esa que se pretende es una manifestación política en apoyo de un régimen de deriva o aspiraciones autoritarias, sin más. ¿No tienen prohibidas manifestaciones políticas los uniformados? Pues entonces, ¿en qué quedamos? ¿Cuál es el fundamente legal de esa manifestación política de fuerza con tufos de amenaza? Me temo que ninguno porque va contra ley, salvo protección de la magistratura.

La ley Mordaza es radicalmente lesiva de los derechos ciudadanos porque fue pensada como un instrumento represivo y solo así, y en la práctica protege los posibles abusos policiales de todas clases, como hemos podido ver en los años que lleva vigente. Su derogación ha sido una exigencia democrática que no ha conseguido su objetivo, salvo unas reformas que fuentes jurídicas consideran insuficientes. Con la necia de la Ayuso al frente o sin ella, este es un asunto extremadamente grave que se está tomando más que a la ligera, que también, con derrotismo, como quien admite sin resistencia una más. ¿Es el nuestro un Gobierno amedrentado? Es para preguntárselo.