La mente y la muerte
Las muertes, aun las más cercanas, no dañan igual. En la intensidad del duelo cuenta lógicamente lo que el finado representó para cada cual y también las circunstancias que condujeron al fallecimiento -incluidos los padecimientos previos si no medió un óbito repentino-, así como las condiciones que determinaron su existencia. Personalmente, acabo de comprobar que la muerte hiere más cuando las penalidades se impusieron, pues por principio todo nacido merecería una biografía cuyo balance resultase satisfactorio y sin embargo abundan las vidas caracterizadas por la desdicha, por ejemplo en forma de severos trastornos de la mente agravados por un deterioro cognitivo implacable. Precisamente por todo lo sufrido, a los próximos que nos dejaron tras un periplo vital duro les debemos la permanencia de los buenos recuerdos, en el caso de mi tío Javier los episodios de clarividencia en los que me inculcó su gusto por la música -de Mike Oldfield a Serrat, pasando por Pata Negra-, esos batidos de vainilla degustados al alimón con el deleite de quienes se lamen las comisuras de los labios o aquellos íntimos concursos de declinaciones latinas mientras él pregonaba entre carcajadas que estaba loco (sic) y además se lo hacía -ironía nunca le faltó-, ratificando esa célebre frase de Casimir Delavigne según la cual "todos los locos son sorprendentes en sus momentos de lucidez". Aunque, en honor a la memoria del familiar ya ausente, yo prefiero la de John Dryden, esa que reza que "la locura es un cierto placer que solo el loco conoce". Aprovecho este particular obituario para mostrar un sentido agradecimiento a los tafalleses que dispensaron a Chechu el cariño debido y a los profesionales sanitarios que lo ayudaron a superar cada día, de acuerdo con esa máxima en psiquiatría de que no hay enfermedades, sino enfermos. Desde el reconocimiento a esas dos hermanas hoy afligidas que hicieron con él sencillamente lo mejor que supieron, descansa al fin, tío. Disculpado quedas por no cumplir tu promesa de regalarme un Porsche blanco como el de Lorenzo Lamas en Falcon Crest.