El pasado 14 de octubre, la adolescente Sandra Peña, de 14 años, se suicidó. Llevaba tiempo sufriendo acoso escolar en el colegio en el que estudiaba en Sevilla. Todo falló para que algo así pasara. Falló la detección del caso, fallo el protocolo, falló el centró...y lo que nunca debería haber pasado, ocurrió. Sandra es una víctima más del acoso escolar en la peor de sus manifestaciones. Uno de los casos más graves, que quizás por ello tiene más repercusión mediática y social. Pero estos son solo una pequeña parte de una situación compleja que afecta a muchos menores en todo el Estado. En Navarra en los últimos 5 años se han atendido unos 400 casos de acoso escolar y 60 de ciberacoso.

En el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar se ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de seguir avanzando y fortaleciendo los programas para la detección y el trato posterior de este tipo de hechos. Protocolos claros que arrancan en los centros educativos pero que implican directamente al ámbito familiar y a toda la sociedad. Porque cada suicidio de un menor por haberse sentido acosado, sin protección, es un fracaso colectivo. Los centros educativos tienen que ser espacios seguros y de confianza para todos los menores en el horario escolar, pero también dar seguridad ante situaciones que se puedan producir fuera del entorno propiamente educativo. Es desde la educación desde donde se debe actuar con rapidez, discreción, empatía, escucha activa, profesionalidad y coordinación para intervenir y poder proteger y acompañar a las víctimas y a sus familias. Pero también para detectar a esos posibles acosadores, antes de que actúen. Acosadores que en muchos casos son menores. Tristemente, el fenómeno del acoso escolar no es nuevo, siempre ha existido, y todas las generaciones hemos convivido en mayor o menor medida con ello. Hace años era más difícil detectarlo o no tenía todavía el suficiente rechazo social.

Así se menospreciaba al diferente, al débil, al que tenía dificultades... con motes, insultos, vejaciones, burlas, golpes... Y se sufría en silencio y se crecía como podía cada cual. Mal, antes y ahora, pero creo que ahora la situación se ha endurecido con el ciberacoso. Lo dicen los experto. Cuando no había redes sociales el acoso de alguna manera se podía acabar al salir del centro escolar. Ahora no. Las redes sociales permiten muchas cosas buenas en esa edad pero también facilitan lo malo, como que una víctima siga sufriendo acoso y violencia a través del móvil o del ordenador. Además, según alertan, está ya el uso de la Inteligencia Artificial para hacer daño, manipulando imágenes que distorsionan la realidad y difundiéndolas masivamente. Por ello, educar y prevenir es más necesario que nunca.