Jorge Oteiza fue un artista único, un creador que entendía el arte como una manera de estar y de ser. Alguien que hizo de su vida su propio legado. Arte en sentido amplio, sin miedo a explorar siempre nuevos lenguajes. Arriesgando. Renunciando también. Un adelantado a su época. Arte comprometido con su tiempo y con su sociedad desde todos los ámbitos. Sin escapar de la polémica o queriendo alimentarla como una palanca desde la que seguir avanzando. Por ello fue un agitador social de otro tiempo, porque le interesaba que el arte y la creación fueran realmente una poderosa herramienta de transformación social y colectiva, una manera de despertar y hacer crecer el espíritu crítico en las nuevas generaciones, de ahí su mirada siempre puesta en la educación. Crear para movilizar, no conformarse con la contemplación. Y quizás por ello se pasó de la escultura a la palabra, del poder de lo matérico al poder del vacío.
“Noté que de mis últimas esculturas salían palabras. Sentí que era el final, así pasé de mi lenguaje de escultura lento y caro a esta economía de lenguaje, mas feliz, más seguro, más practico” escribía Oteiza. Y así consiguió hacer arte con las palabras. Ahora desde la Fundación Museo Jorge Oteiza acaban de lanzar un nuevo proyecto precisamente para recuperar esa parte agitadora y comprometida con su tiempo que siempre tuvo el artista de Orio. Danok Oteiza, amigas y amigos de la Fundación, se presenta como una comunidad abierta y dinámica en torno a la figura y el pensamiento de Jorge Oteiza y a su legado creativo y cultural. Algo vivo que se adapte a nuestro tiempo y , que mire al futuro desde el pasado.
Porque, ¿qué hubiera dicho Jorge Oteiza sobre la sociedad actual? No hay respuesta, pero si se puede tratar de recoger lo que sembró para acercarlo a las nuevas generaciones y plantarlo de nuevo. Y lanzar preguntas. Y eso es parte de lo que Danok pretende. La Fundación que gestiona su legado en Navarra ya lleva un largo recorrido en hacer real una parte del deseo de Oteiza, el que tiene que ver con la conservación y el estudio de su obra, pero quizás faltaba lo que ahora plantean, tender puentes, sacar el arte de Oteiza de su museo de Alzuza y colocarlo en la sociedad. No hablo de las esculturas, que por cierto en estos días también parece que se les está prestando la atención y cuidado necesario en Pamplona, sino de buscar alianzas, creando amigos y amigas, sumando, despertando la curiosidad, con el arte como motor. Y poniendo de nuevo su legado en el centro de la vida cultural.
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