El cara a cara de mañana entre los candidatos de PP y PSOE a las elecciones europeas evidenciará la descarnada paradoja de que la supuesta trascendencia de la cita, ante tantas cosas de comer que se ventilan en las instituciones comunitarias, no se corresponde con los fofos perfiles de quienes se postulan como los representantes ciudadanos de mayor referencia. Porque Cañete y Valenciano oficiarán -con la sonoridad de sus apellidos en conjunción copulativa- como meros interpuestos de los barandas Rajoy y Rubalcaba, en tanto que ungidos ambos por la terminante confianza de la superioridad. En el caso del exministro y poliaccionista de empresas varias, pese a las puertas giratorias entre lo público y lo privado que viene frecuentando; y, en el de la profesional del escaño en Madrid y Estrasburgo, aun cuando su currículo se alimenta de tibios estudios en Derecho y Ciencias Políticas jamás completados. El pretendido debate decepcionará precisamente porque no será tal, ya que los interlocutores bien podrían darse la espalda, sin mirarse siquiera, al soltar sus peroratas. Pues cada uno esgrimirá su libreto, repleto de argumentos cocinados y de réplicas ensayadas en una sucesión dialéctica maniquea reñida con el intercambio de tesis solventes. La resultante es que, ante tal degradación oratoria, nadie repensará su sufragio y, aún peor, quienes dudan de si votar concluirán que para qué al no mediar ni una propuesta netamente original. Cómo extrañarse después, además de por el ocaso del bipartidismo español, por que en el Viejo Continente manden la tecnocracia burocrática y los lobbys cimentados en la información privilegiada y la avaricia de los mercados, la fosa de una Europa Social que no cabe sin la hegemonía de la política entendida como el gobierno delegado de los administrados y de sus estrictos intereses. Redactado este artículo con el pulso firme del desencanto ante un televisivo vis a vis reduccionista y tan anticuado como el mailing de los partidos y sus megafonías de furgoneta, cuenten con la preceptiva rectificación si Cañete mutara en Kennedy y Valenciano en Perón.