Peio Monteano (Villava-Atarrabia) regresa con un nuevo título a las librerías. Su ensayo, editado por Mintzoa, aborda la situación en Baja Navarra de 1512 a 1529 para recordar que hay una Navarra que no es España y unos navarros que no son españoles. Y no por ello, son menos navarros, a pesar de que fueran absorbidos por Francia. Sin embargo, la sangre, la lengua, la cultura y el origen común ha conseguido mantener las dos Navarras enlazadas.

‘Los navarros que España no pudo conquistar’. No parece un simple juego de palabras...

Es la respuesta más simple que se me ocurre cuando me preguntan quiénes son los bajonavarros. Alude a las razones de por qué en el siglo XVI se empezó a hablar de altonavarros para referirse a quienes vivimos al sur de Orreaga/Roncesvalles y bajonavarros para quienes lo hacen al norte. Hasta ese entonces nadie lo había hecho y todos eran navarros.

¿Fue una conquista “española” o “castellana”?

Para mí, fue española. Como concepto político, España ya existía antes de que Navarra fuera conquistada, aunque está claro que no era el Estado integral del siglo XIX. El duque de Alba se titula en las capitulaciones de Pamplona y otras localidades como “capitán general de España”. En sus testimonios, los navarros se refieren a españoles y franceses como a terceros. No se incluyen. Pero Navarra fue conquistada por tropas castellanas y aragonesas. Nadie dice que, en 1522, en Italia, en México o en el Perú luchaba el ejército castellano y era el mismo que en Navarra.

Centra su libro en Baja Navarra de 1512 a 1529, territorio aún hoy muy desconocido en la Alta Navarra.

Muchos navarros no saben que hay una Navarra que no es española. Yo lo descubrí siendo un chaval, en un viaje en autobús, cuando me encontré con que Saint-Jean-Pied-de-Port ponía una señal bien grande con “Navarra” o en Labastida-Clairence, “bastide navarroise”. Y eso que parte de mis raíces –los Sorbet– proceden de allí. Y como yo, muchos Sola, Armendáriz, Osés, Arbeloa... y hasta Chivite. Luego sí, he disfrutado mucho con mis amigos celebrando los días de Navarra en Baigorri, el Nafarroaren Eguna. Por eso, cuando hice mi tesis doctoral tenía ya muy claro que sería sobre toda Navarra y, aunque las fuentes son complicadas a partir del siglo XV, siempre procuro estudiar esta zona como un todo.

Ese desconocimiento es muy indicativo y sigue siendo triste.

Ha sido mucho menor para el navarrismo vasquista que para el navarrismo españolista. La existencia de Baja Navarra rompe las costuras de un relato histórico sobre nuestro pasado que pretende mimetizar Navarra con España, porque es evidente que hay una Navarra que no es española. Esa pretensión rezuma en muchos relatos de la Historia de Navarra. De hecho, muchos estudiantes se sorprenden al explicarles que, cuando Colón llega a América o cuando se expulsa a los judíos en 1492, Navarra no era España.

¿Cómo se vivió la conquista española en la Baja Navarra?

De una forma mucho más intensa que en el resto del reino. Fue una guerra larguísima y devastadora para sus gentes, con grandes ejércitos de hasta 30.000 hombres viviendo sobre el terreno: navarros, españoles, franceses, alemanes, etc. ¡Con todo lo que eso supone! Tres conquistas y cuatro ocupaciones –ahí es nada– en 15 años de guerra. La conquista fue tan brutal que terminó cambiando de opinión a muchos que en principio eran partidarios de la causa española... De hecho, fue un beamontés primo hermano del conde de Lerín, el señor de Lüküze, el artífice de la expulsión de los españoles.

El duque de Alba sí llegó al territorio de la Baja Navarra.

Claro. Fernando el Católico quería apoderarse de toda Navarra, pero el duque no se atrevía a cruzar los Pirineos mientras Tudela resistiera. En septiembre de 1512, pasó Roncesvalles y ocupó la que llamaban Tierra de Ultrapuertos o Tierra de Vascos. Allí, en la batalla de Monjolose, sufriría su única gran derrota a manos del mariscal de Navarra. Lo vivió como una humillación y no tuvo más remedio que retirarse hacia Pamplona. Sus sucesores no someterían Baja Navarra hasta abril de 1513.

En una síntesis casi telegráfica, ¿cuál fue el curso de los acontecimientos en esos 17 años que recopila?

Hasta el verano de 1521, el devenir de Baja Navarra es el de todo el reino: conquista de 1512-1513, ocupación hasta la muerte de Fernando el Católico, fracasado levantamiento de 1516 y éxito inicial del de 1521, etc. La conquista de Donibane Garazi fue brutal y tuvo eco en toda Europa. Pero a partir de la conquista de Amaiur en 1522, los bajonavarros se quedaron solos y fueron reocupados en 1525 y 1527. Este año, con sus solas fuerzas, consiguieron sacudirse el dominio español.

Usted habla de la nacionalidad navarra, que admite dos ciudadanías.

Entiendo que “nacionalidad” es un término histórico-cultural, una representación colectiva en términos sociológicos. De hecho, viene de nacimiento. Por ciudadanía entiendo un concepto administrativo y se puede tener más de una. Por eso, se da la paradoja de que los navarros de ambos lados de los Pirineos tenemos una misma nacionalidad y dos ciudadanías.

Pero incide en una conciencia común de navarridad que perduró.

Eso es, nadie puede negar a los bajonavarros que, a pesar del fuerte nacionalismo educativo francés aplicado desde la Revolución, siempre se han sentido navarros. También, durante varios siglos, los navarros de este lado los consideraron así. Los jóvenes bajonavarros que inundaron Pamplona y la Ribera en los siglos XVI y XVII no tuvieron ningún problema de integración; nunca fueron considerados legalmente extranjeros como sí ocurrió con los aragoneses y castellanos, guipuzcoanos, alaveses y vizcaínos.

De hecho, concluye que la división de Navarra fue exógena, impuesta desde fuera.

Sí, llama la atención las resistencias que los navarros proespañoles ofrecieron a que el emperador Carlos V renunciara a Baja Navarra. Se lo dijeron incluso por carta. De hecho, la ocupación pacífica de 1525 es obra fundamental de altonavarros pro-españoles que no admitían una Navarra partida. En el libro cuento la anécdota de que a mediados del siglo XVI, los jueces de Donibane Garazi no quisieron colaborar con los de Pamplona porque en sus papeles Carlos V se titulaba “rey de Navarra”.

¿Qué papel jugó la orografía, los Pirineos, como muga natural?

Fue decisiva. En 1512, Baja Navarra no era distinta del resto del reino, había agramonteses y, sobre todo, beamonteses. Pero allí, el ejército español tuvo grandes problemas de intendencia al quedarse aislado durante el invierno. Tampoco pudo construir sólidas fortalezas. Y, además, Francia y Bearne estaban muy cerca...

Termina la contraportada con una cita de la Diputación franquista, en la que se lee: “A la Baja Navarra. Nuestra lengua, tu lengua; nuestra sangre, tu sangre; nuestro fuero, tu fuero. A la Baja Navarra, la sexta merindad con amor y recuerdo”.

La cita es propia del navarrismo tradicional. Solo puedo decir que hasta los años 70 el navarrismo españolista asumía lo vasco y la identidad histórica de Navarra sin ningún problema. Luego se enrocó en la defensa de una especie de “españolidad congénita” de Navarra y en rechazar todo lo que la cuestionara.

Son muchos libros en su haber, este con tapa dura, preciosa presentación. ¿Satisfecho?

Es lo que tiene hacerse mayor... Me metí en los archivos con 17 años. Aún tengo muchos proyectos en la cabeza, entre ellos escribir una nueva Historia de Navarra. Porque hoy sabemos muchas cosas de nuestro pasado, pero se siguen repitiendo clichés de hace un siglo llenos de reyes y bodas. Hay que recuperar un relato propio e integrar otras historias: la de las mujeres, los marginados, los campesinos, las mentalidades, las lenguas, la demografía, etc. Respecto a la tapa dura, es el primero de los 23 libros que he publicado y mi editor ha querido darme el gusto.