Como incuestionable figura del advenimiento de la democracia formal que diseñó Franco aunque después Suárez la interpretara a su modo -y así acabó-, el juancarlismo conquistó abundantes almas republicanas, todo fuera por la convivencia aun a costa de difuminar los horrores de la dictadura y de taparse las narices con los excesos del jefe de Estado nominal hasta que de tanta impunidad se pasó de frenada, inoculando en varios próximos el virus del dinero fácil a cuenta de la Corona. Pero, así como su mentor ha podido vivir a cuerpo de rey de las rentas, el problema para Don Felipe reside en que difícilmente podrá justificar su sueldo con el solo fulgor de oropeles y liturgias. Incluso ni profundizando en la roma transparencia de la Monarquía y apartándose del vacuo populismo de su regio progenitor, proclive al chiste verde y al taco tipo cojonudo, como los espárragos. Porque, aunque en el soberano en ciernes se intuya la estatura deontológica de la sufrida madre además de la física del padre, esta juventud trufada de aspirantes a mileurista no entiende de transfusiones de poder y exige una gestión evaluable, más allá del papel arbitral de Juan Carlos I para poner sordina al extremismo castrense y de su rol de embajador de embajadores al objeto de vender la marca España y comprar voluntades al vuelo. El cambio generacional en la Zarzuela que glosan los corífeos de la realeza no obsta para que los nacidos ya en democracia vayan a valorar a Felipe VI esencialmente por su aportación al bienestar del ciudadano medio, sostenibilidad de los servicios básicos incluida. Desde la duda de que quien conculca el principio de igualdad de todos los españoles pueda en efecto contribuir a aminorar la desigualdad amplificada por esta crisis y desde la certeza de que el concepto república ya no soporta en la actualidad los tintes subversivos que le asignaron los apologetas de la Monarquía Parlamentaria. Claro que en su mano tendrá Felipe VI su legitimación plena, proponiendo que se le ratifique en las urnas. Sin pasar por ellas, no habrá segunda transición que otras cuatro décadas dure.
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