El Senado cumplió el expediente, culminando la tramitación de la ley que regula la abdicación de Juan Carlos I en los términos previstos -otra evidencia de la intrascendencia de la Cámara Alta-, y se cuentan las horas para la proclamación del mismo Felipe que cuando aún no era sexto se pasó por el arco del triunfo su única servidumbre, la de amancebarse solo con la realeza. Así que Madrid se prepara con toda la pompa y el máximo boato en una operación de blanqueo de la Monarquía, otorgando un papel testimonial al soberano que la degradó viviendo a cuerpo de rey y apartando a la infanta que la sentó en el banquillo mientras se blinda policialmente el evento y se veta toda manifestación democrática en favor de una consulta popular sobre el modelo de Estado. Como reflejo fiel del despotismo ilustrado -todo para el pueblo, pero sin el pueblo-, al populacho se le priva del libre ejercicio del voto para reservarle el rol de palmero, gritavivas y agitador de rojigualdas porque lo que aguarda mañana es una deslumbrante -y obscena- teatralización. Un entretenimiento aderezado con salsa rosa para esa masa que se levantará el viernes igual que como se acostó el jueves y a cuyo bienestar en nada va a contribuir otro monarca consagrado a doblón a una función representativa. Superado el ritual pagado a escote, quienes prosperan en su fecunda existencia a cuenta del simbolismo heredado son los Borbones y sus aledaños, ahora un duples de reyes pues los salientes conservan tratamiento, inviolabilidades, aforamientos y los mundanos privilegios de siempre. Cuesta imaginar sin embargo que tanto baboseo palatino vaya a congraciar con la Corona a esa juventud de futuro incierto o directamente inexistente. Justo al revés, cabe predecir que fastos tan alejados de la realidad del ciudadano medio sumarán para la causa republicana a mucho hijo de la democracia sin ningún vínculo sentimental con la Transición. Nada bueno augura para la Monarquía que el souvenir más vendido en la Corte sea el pastillero con los rostros pétreos de los nuevos apologetas de la sopa boba servida en Zarzuela.