Bajo el lema No nos vamos, nos echan, la marea granate reúne a emigrantes, principalmente jóvenes, que han tenido que salir a trabajar al extranjero a causa de la crisis. Toman su nombre del color de los pasaportes y están organizados, de momento, en una treintena de ciudades de Europa, América y Oceanía. Se autodenominan como una red transnacional de emigrantes del Estado español que lucha contra las causas y contra quienes han provocado la crisis económica que les ha obligado a emigrar.
La marea granate protesta estos días por las dificultades que tienen los emigrantes para poder votar en las elecciones. Se quejan de que una reforma legal del año 2011 convierte el proceso en un laberinto farragoso que quita las ganas de votar al más convencido. Hasta el cambio legal bastaba con estar inscrito en el Censo de Residentes Ausentes para recibir las papeletas en el domicilio y votar por correo, si se deseaba. Ahora, además de estar inscrito en ese censo (se calcula que la mitad de los emigrantes no lo están), hay que añadir un paso más: solicitarlo antes en la oficina del censo electoral que a cada uno le corresponda en España, lo que se llama voto rogado. Para mayor complicación, la ley establece un periodo limitado a 25 días que muchas veces resulta insuficiente para tramitar el papeleo, teniendo en cuenta además que hay que hacerlo todo por correo postal. Una vez salvado este obstáculo, el emigrante recibe las papeletas y puede votar, por correo o en los consulados.
Con este lío no extraña que en las últimas elecciones europeas votara menos del 5% de los residentes en el extranjero. En total son unos dos millones. En torno al 60% son españoles nacionalizados que han vuelto a sus países de origen y el otro 40%, nacidos en España que han ido a vivir fuera, entre ellos muchos jóvenes en busca de trabajo. En Navarra, la última cifra oficial los sitúa en 25.862, más que el censo de Tudela por ejemplo. Son muchos votos.