transitadas ya las primeras rampas de la cuesta de enero, me sumo gustoso a todos los compañeros y compañeras que estos días ya les han deseado toda la felicidad posible en este 2015 recién nacido. Va a ser para nosotros, los que nos dedicamos a esto del periodismo, un año apasionante. Empezando por la economía, sobre todo por sus repercusiones en las personas. ¿Llegará la confirmación de una recuperación económica en serio? ¿Cómo evolucionará el paro? ¿Nos afectará la crisis del petróleo, para bien o para mal? ¿Saldrá Grecia del euro como amenaza Merkel? ¿Alguien les recordará a los alemanes que en 1953 más de veinte países les perdonaron 30.000 millones de marcos de deuda contraída como consecuencia de las dos guerras mundiales que ellos mismos provocaron? Y qué decir del 2015 político que nos aguarda. Apasionante en Europa con elecciones en Grecia y en Gran Bretaña decisivas para el futuro de la Unión. Y aquí mismo, municipales y forales en mayo, y generales en noviembre. ¿Qué pasará en Cataluña? ¿En qué quedará el efecto Podemos? ¿Habrá cambio en Navarra después de los fiascos de 2007 y 2011? Demasiadas preguntas y respuestas inciertas. Procesos políticos, económicos y sociales llenos de incertidumbre y, por eso mismo, apasionantes. Pero como los periodistas también tenemos nuestra propia vida, confieso que en 2015 pienso escuchar más que nunca los discos de Frank Sinatra y volver a ver las películas de Ingrid Bergman. Los dos mitos hubieran cumplido ahora cien años y hay que celebrarlo. Prometo además releer La metamorfosis que Kafka escribió también hace un siglo. Me he propuesto ver a Joan Baez y al Orfeón Pamplonés y la orquesta del Teatro Mariinski cantando la Novena de Beethoven en Baluarte. Y espero pasarme en septiembre por la Oktoberfest de Munich. Propósitos inocentes para este excitante 2015. De dejar de fumar, ni hablamos.