estos jerarcas del Fondo Monetario Internacional son la monda. Resulta que los grandes capos de una de las instituciones más inoperantes, retrógradas y acartonadas de occidente -esos que fueron incapaces de advertir hace siete años la grave crisis que se nos venía encima- no tienen empacho en organizar una conferencia de prensa en Madrid para aconsejar al Gobierno de la capital sus recetas para evadir la recesión. Con una técnica sibilina aplauden primero: “muy bien Mariano, majete, sois la nueva locomotora europea, vais por el buen camino y creceréis más de lo que habéis previsto; incluso ¡ohhh! llegaréis al 3,1%”. Después sueltan su carga de profundidad en forma de desaprensiva exigencia: “aunque..... debéis facilitar -mejor con una reforma legal ahora que tenéis mayoría- un despido más barato a los señores empresarios; no estaría mal un IVA y unos impuestos especiales más altos de los ya exagerados que tenéis; y por cierto, extended el copago sanitario y educativo, que algo ayudará”. Esta institución, que ha tenido directores de la talla de Dominique Strauss-Khan o Rodrigo Rato (ambos asiduos peregrinos a los juzgados), diseña planes económicos globales, pero ignorando la economía real y desplazando a un segundo término a los ciudadanos. Que casi siempre son quienes padecen sus estentóreas recomendaciones. Instalado en la desfachatez el FMI se permite incluso, sin citarlos, arremeter contra dos de los nuevos y emergentes actores políticos -Podemos y Ciudadanos- para señalar que sus propuestas económicas y sociales ponen en peligro la ansiada recuperación. El mantra intocable. Don Mariano se hincha cual pavo real al oír este lisonjero espaldarazo a sus mensajes del miedo. Quienes se sienten más preocupados, y escandalizados, son los cientos de miles de personas que sufren en sus carnes las directrices socioeconómicas que predican (presuntamente con buena voluntad) estos y otros muchos gurús de pacotilla que consiguen convencer a dirigentes como Rajoy de que otra vuelta de tuerca es necesaria para vivir un poco mejor. ¡Que peligro!