tras su desalojo de los ocho principales ayuntamientos -cuando ostentó todas esas alcaldías y 36 más-, y escenificado en el Parlamento foral su pase a la oposición después de casi cinco lustros de gobierno sólo interrumpido por el efímero tripartito de Otano, UPN tiene pendiente una catarsis de cuyo desenlace dependerá su rehabilitación como fuerza determinante en Navarra. Un objetivo que no depende tanto de los votos, porque ni rozando los 140.000 su candidato alcanzó la mayoría absoluta, como de la capacidad de interlocución, restringida hoy a los menguantes PSN y PP por la política de trincheras practicada por la diligencia regionalista. Desde la premisa de la inmutabilidad administrativa de Navarra, su argumento fundacional, UPN sólo podrá tender puentes para establecer siquiera negociaciones sectoriales con la vigente mayoría parlamentaria con una modulación de su discurso esencialista y tan a menudo frentista, lo que exige por ejemplo dejar de estigmatizar el euskera, con esa burda equiparación entre vasquismo, soberanismo e incluso terrorismo. Resultando el autogobierno un bien a preservar para todo el arco legislativo, UPN debiera también tejer complicidades sobre la base de su blindaje y profundización desde una actitud cooperativa, sin la soberbia que evidenció ese Navarrísimo como lema de campaña. Manteniendo su vis conservadora en lo moral y su vocación liberal en lo económico, otro de sus retos consiste en recuperar su pretendido progresismo en lo social para procurar una mínima sintonía con los diferentes más próximos, valga la expresión. Una empatía que pasa por suavizar las formas y presentarse así como una sigla más amable ante los eventuales interlocutores y el propio electorado, pues la centralidad no se construye sobre la altanería. Uno de los pecados capitales de Barcina, en cuyo debe destaca el escoramiento del partido hasta casi asimilarlo al PP más reaccionario tanto como haberlo privado del label de solvencia y rectitud en la gestión. Así que más le vale a UPN que su futuro presidente se parezca a Barcina exactamente igual que un huevo a una castaña.
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