No es cuestión de ideologías, ni de preferencias, sino puro realismo político: Sánchez nunca alcanzará la Moncloa. Y no lo hará sencillamente porque quienes lo elevaron a la secretaría general del PSOE como solución de urgencia al único propósito de que no ganara la cuita interna el vasco Madina consideran que un Gobierno con Podemos resulta en realidad un Gobierno de Podemos. En el sentido de que tal Ejecutivo quedaría al albur de un socio cuyo afán declarado es superar al PSOE, que además en ese Gabinete asumiría el coste de las medidas impopulares en tanto que la posición negociadora de Podemos siempre se caracterizará por la firmeza desde la evidencia de que por ahora tiene todo que ganar en las urnas y de que su fortaleza radica en su programa reformista. Como jamás habrá un presidente Sánchez, y por añadidura unas raudas elecciones significarían para el PSOE un suicidio y para él en concreto un harakiri -difícilmente repetiría como candidato-, a ambos dos sólo les queda vender cara su abstención. Partiéndosela -la cara- a Rajoy a cambio de que el PP preserve el poder pero ya condicionado y con otro presidente, a partir de la esperanza probablemente vana de que Podemos se difumine en los próximos cuatro años -una eternidad en política- aun dejándole en usufructo el latifundio de la izquierda. Permitir la gobernanza mediatizada de la derecha desde la premisa de la inmolación de Rajoy como señuelo para el votante socialista hallaría resistencias en el PP, naturalmente todas en el entorno del llamado a la guillotina, que se negaría al sacrificio apelando a que unos comicios inmediatos supondrían la oportunidad de crecer a costa de Ciudadanos. Sin embargo, nadie desconoce a estas alturas en el PP, tampoco Rajoy aunque se haga el longuis porque en ello le va el gaznate, que sin el aval por acción u omisión del PSOE la Moncloa les será ajena para una larga temporada dada la recomposición del corpus electoral español. Así que, en los supuestos apuntados, el váyase señor Rajoy se tornaría un clamor en las filas populares, que entonarían con fervor el Soraya ya, disculpen el lirismo.