rajoy bramó contra Podemos acusándole de amenazar la estabilidad institucional y resulta que el antisistema es él. Pues al declinar por partida doble el eventual encargo del Jefe del Estado para formar Gobierno obligó al patidifuso monarca a trasladar la encomienda a Sánchez para intentar un Ejecutivo tan improbable como el suyo pero encabezado por el segundo en votos, lo nunca visto. Lo paradójico de tan patético ejercicio de tancredismo es que en su palmario afán por hacerse a un lado y observar el paso del cadáver del candidato socialista también va a visualizar sus propios despojos. En el sentido de que la incapacidad de Rajoy para aspirar a la presidencia no es coyuntural, como trata de escenificar, sino estructural. La clave reside en que en el PSOE se impone en este caso sin ambages la tesis de que no puede investir presidente a un “indecente”, ni en este fútil proceso de negociaciones ni con nuevos comicios. Así que en el PP se extiende la convicción de que con Rajoy al frente la Moncloa permanecerá vedada, desde la certeza de que ni junto a Ciudadanos alcanzará jamás la mayoría absoluta. Con la agravante de que ese rechazo cerval al PP de Rajoy lo comparten todas las fuerzas minoritarias, refractarias a una sigla que va a pasearse de juzgado en juzgado mientras quien la ha dirigido los últimos doce años se jacta incluso de no leer los autos que la implican en redes sistémicas y solapadas de financiación irregular. Se impone así la evidencia de que Rajoy encarna un roñoso tapón que impide al PP expiar culpas con las que recuperar terreno en las urnas y atraer al resto a un diálogo para el que ha acreditado una ineptitud supina. Nunca fue un líder por méritos propios sino más bien por decantación, primero ungido por Aznar como el sucesor más manejable y luego beneficiado por la nefanda segunda legislatura de Zapatero, pero en su soledad en el espectro conservador la marca tiraba por él. Su doble tragedia radica en que hoy encarna un lastre demasiado pesado como para que la gaviota popular levante el vuelo y ni la Comisión Europea ni el Ibex35 pueden votar para asegurarle la poltrona.
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