m añana es el Supermartes en Estados Unidos, el día en el que catorce estados van a elegir a sus candidatos republicanos para las elecciones presidenciales del 8 de noviembre. Con los otros cuatro que lo harán el sábado 5 de marzo quedará un panorama mucho más despejado sobre las posibilidades de unos y otros. Todas las miradas están puestas en Donald Trump. De momento, aunque empezó perdiendo en Iowa, después ha ganado New Hampshire, Carolina del Sur y Nevada. Aunque en su propio partido la mayoría pensaba que no llegaría tan lejos, está ahí, con posibilidades reales. Muchos siguen creyendo que con Trump como candidato, el partido republicano iría al desastre, pero de momento es el mejor situado.

Donald Trump es un millonario que va a cumplir 70 años, con una fortuna que la revista Forbes calcula por encima de los 4.000 millones de dólares. Nieto de inmigrantes alemanes, se ha dedicado a los negocios desde la cuna. A partir de la empresa familiar inmobiliaria, ha creado un imperio, no sin pasar por dificultades que prácticamente le llevaron a la bancarrota. Pero se recuperó y hoy gestiona hoteles, casinos o concursos de belleza, entre otros muchos negocios, y navega como pez en el agua entre hipotecas y bonos basura. Ya era conocido por su faceta empresarial, también por sus matrimonios y sonados divorcios multimillonarios con modelos, pero en los últimos años se ha hecho aún más famoso tras su paso por televisión, donde dirigió un reality show que alumbraba superejecutivos. En política ha flirteado con los dos grandes partidos americanos, pero ahora ha dado un paso más y aspira nada menos que a la presidencia. Patriota exacerbado, fanfarrón y deslenguado, lo mismo dice que los mexicanos son delincuentes y violadores que asegura que el cambio climático es un invento creado para favorecer a China en detrimento de la industria americana. Trump no solo no va a sacar al mundo de la crisis-estafa promovida por el gran capital sino que contribuye cada día a engordarla. Un peligro.