l eí con gusto la entrevista a Mabel Cañada, la animosa presidenta de la Mancomunidad Irati, sus proyectos, sencillos pero atractivos, y esa idea de ver la basura como materia prima útil y no como algo de lo que nos tenemos que deshacer y no sabemos cómo. Sus gallinas compostadoras me recordaron a la infancia, cuando los conejos, los cerdos y los gatos de casa devoraban los restos que ahora llamamos orgánicos, y los hogariles y las cocinas económicas eran las incineradoras de la fracción resto, y además calentaban que daba gusto.

En aquel mundo rural nuestros antepasados apenas generaban residuos pero la sociedad ha evolucionado y con ella las basuras. Surgieron los brik, los envases, los aluminios, los plásticos, el consumo masivo. En la web de la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona hay un dato bien ilustrativo: una bolsa de plástico se fabrica en un segundo, se usa veinte minutos y tarda entre 100 y 400 años en degradarse. Y en nuestra sociedad consumimos más de doscientas bolsas por habitante y año.

Así que la basura se ha convertido en un problema. En realidad lo es desde hace décadas. Cincuenta años atrás ya se debatía en la prensa sobre qué hacer con la basura de Pamplona, y en esas seguimos. Es un debate social de primer nivel que periódicamente se reproduce en la agenda política, entre otras cosas porque no hay más remedio que ponerle solución. El fallido Plan Integral de Residuos anterior ha dado paso a un proyecto nuevo, cuyo borrador acaban de presentar los responsables forales de Medio Ambiente para iniciar el proceso de participación pública. Dicen que es una propuesta que contempla diferentes escenarios, pero algunos comienzan a ponerse nerviosos y vuelven a la redacción las notas de prensa y las cartas de opinión. Otra vez los viejos fantasmas: coincineración, Portland, Góngora... A la vista está que el tema levanta ampollas y se impone un debate sosegado para no terminar en otro fracaso.