Así que Correa canta la gallina, cercado por todas las pruebas que obran en su contra como comisionista para sí y para financiar al PP en comandita con su entonces tesorero Bárcenas, y quien se pone más colorado que la rosa que lo simboliza es el PSOE. O mayormente los socialistas ahora proclives a la abstención técnica para investir al otrora indecedente Rajoy, hoy rebajado a mal menor con el indisimulado objetivo de evitar al escrutinio de las urnas tras renunciar a la alternativa reformista para la que se suplicó el voto. Un delirio sin igual, porque lo razonable en toda tierra de garbanzos hubiera sido reforzar el discurso por la regeneración precisamente enarbolando como ejemplo el nauseabundo caso Gürtel, que la gestora socialista pretende minimizar como coartada para el aval culposo a quien alega una ignorancia de tales chanchullos que en grado alguno le exoneraría incluso en el caso de admitirla. La resultante es que el PSOE se dirige inexorablemente hacia otro comité federal cainita, en una esquizofrénica ceremonia dominical de desgarro interno y de inédita colisión entre baronías territoriales, mientras el PP cierra filas sin esbozar un mínimo propósito de la enmienda al respaldar con total desfachatez la nulidad de las actuaciones contra los jetas de la trama Gürtel. La surrealista entronización de Rajoy, mucho más probable que posible tras la retardada defenestración en el PSOE de un Sánchez víctima también de su inconsistencia como líder, supondrá el ocaso fáctico del bipartidismo, pues una de las siglas históricamente alternante se inmolará en beneficio de la otra. Sin embargo, la tragedia socialista en el pleno de investidura sólo hallará posibilidad de progresiva redención con una firmeza inusitada en el control del Gobierno en minoría, más para privar a Podemos del deleite de una oposición en exclusiva. Así que el exitoso chantaje de Rajoy al PSOE para asirle a la Moncloa perfectamente podría convertirle en rehén de los extorsionados, hasta el punto de propiciar una legislatura escueta si el presidente se hace el sueco puro en ristre, a modo de remate de esta deriva política demencial.