el método y la sensibilidad comparecieron ayer al alimón con motivo de la entrega a la Fundación Atena del Premio a la Excelencia Ciudadana, en el marco del otorgamiento de los sellos de calidad a las organizaciones evaluadas por la Fundación Navarra para la Excelencia. Un reconocimiento decidido en soberana votación en la web de este diario y compartido por todos los galardonados con el sentimiento irrigando sus rostros al saberse partícipes del alborozo del centenar de familias que componen la de la Fundación Atena, desde hace tres lustros formando en el arte multidisciplinar a personas con diversidad funcional intelectual. Por tanto, un fiel exponente, encarnado en su directora Arantxa Garatea, de la actividad humanista y filantrópica consagrada a la mejora de la colectividad y particularmente de los sectores en severa dificultad. El objeto de lo que en realidad constituye un agradecimiento por una fantástica contribución a la sostenibilidad social, en pro de los directamente beneficiarios por esas acciones concretas de carácter asistencial y de estimulación pero asimismo por el acompañamiento para con unos allegados necesitados también de respiro ante los cuidados intensivos que dispensan. Por lo demás, este premio en concreto aporta el valor añadido de que enfatiza la capacidad vigorizante del arte, al margen de las especificidades de cada cual, por cómo fomenta la autoestima y las habilidades sociales, amplía los horizontes mentales y ensancha el espíritu crítico y a poder ser autocrítico. Más allá obviamente de la perentoriedad de visibilizar a los colectivos más desfavorecidos, se trata de ponderar la impagable dedicación de los profesionales y el voluntariado que entregan lo mejor de sí mismos para, en última instancia, el desarrollo integral de esos terceros que ansían empatía antes que nada como premisa para la continuidad de sus encomiables progresos. Procuremos en consecuencia la excelencia emocional, ese arte de excitar los sentimientos mejores, con la incondicionalidad de la Fundación Atena. Sin fechas en el calendario, ni exigencias de devengo por el inmenso cariño evacuado.