Un informe interno del Ejército alertó de que se estaban corriendo “altos riesgos” al transportar personal en aviones de carga fletados en países de la antigua URSS dado su mantenimiento “como mínimo muy dudoso”. El peligro se concretó en el estrépito del Yak-42, con la muerte de 62 militares españoles, víctimas de una negligencia por partida triple, pues no sólo se subarrendó un aparato basura y sin los seguros preceptivos además, sino que en la fase de identificación de cadáveres se les entregaron a sus familiares restos equivocados por la falta de forenses experimentados y con posterioridad se bloquearon las investigaciones haciendo desaparecer los contratos. Esa es la oprobiosa verdad material ante la que el Consejo de Estado atribuye al Ministerio de Defensa responsabilidades inequívocas, aunque el PP protegiera a su titular destinándole a la embajada en Londres sin pertenecer al cuerpo diplomático ni hablar decentemente inglés. Catorce años después, Trillo encarna la quintaesencia de cómo el PP depura responsabilidades siquiera políticas, exactamente con el pago de los servicios prestados, en mayor medida cuanto más inconfesables resulten tales servicios. Porque un personaje político infausto, en tanto que gestor desastroso de una catástrofe y acreedor en consecuencia de un despido fulminante -en el caso de Trillo con viento fresco de Levante-, recibió sin embargo la recompensa de un retiro dorado a cambio de la omertá, de callar todo lo mucho que sabe como fontanero mayor del alcantarillado del PP en calidad de maquinador de su servicio jurídico. Si le tendrá pavor la diligencia del partido que ahora defiende incluso en público la legitimidad de Trillo para retomar su plaza de letrado en el mismo Consejo de Estado que lo acaba de declarar ministro infame, una provocación innecesaria al lindar con la edad legal de jubilación. Como tampoco se plantea pedir perdón por el despropósito múltiple del Yak-42, toda vez que el PP no acepta culpabilidad alguna porque la Audiencia Nacional no acreditó un vínculo causa-efecto entre las irregularidades y el siniestro. Ni las víctimas se merecen tal displicencia judicial, ni el PP el voto incondicional de decenas de miles de militares vivos porque sencillamente no les enrolaron en un avión de la muerte. Manda huevos, que dejó dicho el ínclito.
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