La vida está hecha de azar, de casualidades y coincidencias a veces afortunadas, otras tristemente desgraciadas. Solo así se explica que esta Pamplona de enero, blanca de hielo y nieve, se haya vuelto negra, no solo en la ficción literaria que estos días llena Baluarte en un festival que no arrancó con aplausos sino con un minuto de silencio; negra en su realidad más oscura, en la de la muerte de Blanca Esther Marqués, un asesinato cruel e inexplicable que nunca debería haber ocurrido. Ficción y realidad que se mezclan una vez más en hechos que superan lo que nadie podía imaginar. Ayer, expertos escritores de novela negra analizaban la maldad, el mal desde el punto de vista literario, que casi siempre se nutre de la vida. Esa maldad que no se ve, y eso es lo que realmente asusta, pero que está y que lleva a un hombre a matar a una mujer. No hay razones. No hay nada, absolutamente nada, que lo justifique. No hay azar en un crimen así. Es la crueldad extrema de la violencia machista que hoy más que nunca es dolorosa porque nos ha golpeado de cerca. Blanca Esther Marqués, la primera víctima de violencia machista en Navarra en este recién estrenado año es, ha sido y será una mujer de nuestra generación; luchadora, trabajadora, independiente, vital, comprometida, activa... una mujer en su plenitud que hoy debería seguir sonriendo, soñando, amando, planeando sus viajes, viviendo... Las palabras seguro se quedan cortas cuando está tan vivo el dolor, la indignación y la incomprensión ante una pérdida tan terrible. Su cuerpo ya ha aparecido en el río, donde en una doble crueldad la arrojó y abandonó su verdugo, porque cuesta llamarle pareja, en ese mismo río al que estos días mirábamos buscando una riada histórica sin sospechar siquiera que en sus aguas pudiera estar el cuerpo de una mujer, asesinada por un hombre solo por serlo. Cada nuevo crimen de violencia machista nos pone como sociedad ante un mismo escenario, el de las condenas, la repulsa, la indignación, la tristeza, el dolor, la impotencia y la necesidad de seguir luchando contra ese mal. Y de paso nos recuerda que queda mucho por hacer, que algo sigue fallando, que cada día cientos de mujeres son agredidas física o psicológicamente, que aumentan las denuncias, que cada semana hay detenciones de maltratadores que a las horas quedan libres, que hay que seguir apostando por una educación en igualdad y decir una y mil veces NO. Ni una más. La violencia de género no puede nunca formar parte de la vida porque en sí misma es destrucción y muerte.
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