e l Tribunal Supremo ha ratificado la condena a Messi a 21 meses de cárcel por defraudar a Hacienda más de 4 millones de euros desviando fondos a paraísos fiscales para pagar menos impuestos. A Cristiano Ronaldo la Agencia Tributaria le acusa de defraudar 15 millones y lo ha denunciado a la Fiscalía. No es el mismo caso, Messi ya está condenado y Ronaldo no, pero los dos máximos exponentes del fútbol mundial, los ídolos de masas, los ejemplos para los niños, son unos tramposos. No son los únicos. Decenas de futbolistas y entrenadores estrellas están en el punto de mira en todo el mundo: Di María, Pastore, Alonso, Mascherano, Falcao, Coentrao, Mourinho y tantos otros. Desde que empezaron a publicarse los papeles de Fútbol Leaks nos asombramos con los contratos, comisiones, chanchullos de estos ídolos y de quienes negocian con ellos, los intermediarios, los directivos. Desde los tiempos de Jesús Gil no hay manos para contar los hombres del fútbol que han pasado por los juzgados: Ruiz Mateos, Lopera, Del Nido, Núñez, Rossel y por supuesto todos los nuestros, los de Osasuna. En el máximo organismo del fútbol, la FIFA, decenas de directivos son o han sido investigados por prácticas corruptas. No hay semana sin noticias sobre trampas, apuestas, sobornos, amaños, las deudas de los clubes.
¿Qué pasa en el fútbol de elite? ¿Es otra burbuja a punto de estallar? El economista Gay de Liébana sostiene que desde que el dinero de las televisiones y la publicidad comenzó a llegar a espuertas, ha dejado de ser un deporte romántico para convertirse en una industria del espectáculo que paga cantidades desorbitadas a sus mejores futbolistas. No digo que Messi, Cristiano y compañía no merezcan cobrar lo que cobran. Al fin y al cabo ellos marcan la diferencia y sostienen el chiringuito, como dejó claro el argentino el sábado en la final de la Copa. A cambio solo se les pide que cumplan la ley como los demás. No parece mucho pedir.