mañana es 6 de junio, el último peldaño de la escalera que, además, se dedica a los periodistas. Gracias. Empieza la cuesta abajo que, a toda velocidad, conduce al 6 de julio. Esta mañana, con el ruido de fondo de los carpinteros que colocan el vallado, el Ayuntamiento va a presentar el concurso de fuegos artificiales y la Meca, la feria taurina. Dicen que no viene El Juli y que eso va a quitar caché al cartel. Otros se quejan de que solo hay cuatro conciertos en Los Fueros, y tirando a pobres. Es lo que tienen estas semanas presanfermineras. Hay quien convoca a los medios de comunicación para presentar algo y quien lo hace para quejarse. Los antitaurinos no quieren corridas, los bares no quieren vasos reutilizables, los vendedores ambulantes no quieren top manta. Y luego está UPN, al que no le gusta nada del programa, como dejó claro en su también tradicional rueda de prensa presanferminera. Y eso que aún no se conoce al completo. Maya no quiere txoznas ni barras por las calles, critica la exclusión “total y absoluta” del mundo del toro (¿?) y dice que todo está orientado hacia el folklore exclusivamente vasco. Tampoco al equipo de gobierno parece gustarle mucho lo que hay y es precisamente por el folklore por donde va a empezar la reflexión sobre el futuro de los Sanfermines, ese Libro Blanco que se anuncia como objetivo de la legislatura en busca de encontrar las fiestas que queremos. Pero, ¿qué fiestas queremos? Supongo que cada uno tiene las suyas. Confieso que no tengo ni idea de hacia dónde tienen que ir los Sanfermines, y me da mucha pereza reflexionar sobre ello. Hace cuarenta años me gustaban unas cosas, hace veinte otras y ahora unas pocas. Es verdad que muchos días me canso, otros me aburro y algunos me indigno, pero creo que aún quedan momentos en los que todo el mundo puede encontrar su espacio. Un detalle, un sonido, un sabor, un encuentro, algo que te hace concluir que, a pesar de todo, estas aún son las mejores fiestas del mundo.