solo desde la soberbia, el nulo sentido del ridículo o el despiste mayúsculo puede entenderse que UPN y PSN llevaran este jueves al debate político la feliz renovación del Convenio Económico, que va a permitir que Navarra recupere los 215 millones pagados de más al Estado entre 2015 y 2016. En esta negociación, absolutamente trascendental para los intereses generales de la Comunidad Foral, regionalistas y socialistas -también el PPN- tuvieron la oportunidad de cerrar filas con el Gobierno, como por otra parte históricamente ha sido normal general en este asunto, pero no lo hicieron. Y eso que el Ejecutivo de Barkos pretendió desde el primer momento separar este tema de la disputa política, con el fin de que todo el arco parlamentario fuera de la mano y fortaleciera la posición de Navarra frente al Estado, sin que nadie cayera en la tentación de obtener rendimiento político. Ya en octubre de 2016, cuando el departamento de Hacienda elaboró el informe puramente técnico que ha sido la base de este exitoso desenlace, el consejero Aranburu se preocupó de explicar a todos los partidos su contenido. Lo mismo sucedió a finales de 2016, cuando el Gobierno foral optó por no pagar 83 millones a Madrid, habida cuenta de que para entonces estaba más que convencido de que ese dinero pertenecía a Navarra. Antes de que esta decisión fuera pública, Barkos llamó personalmente a todos los portavoces parlamentarios para explicarles los motivos de su posición, pero no le sirvió de nada. Les faltó tiempo a UPN, PSN y PPN para llamarle de todo, menos bonito, al Gobierno foral. Ahora, cuando la oposición sale muy mal parada de todo esto, es increíble que sigan dando batalla política y que incluso pretendan aleccionar sobre el destino que ha de darse a esos 215 millones. Si no quieren desgastarse más, les convendría estar calladitos, mirar para otro lado y hacer como si la cosa no fuera con ellos, puesto que a estas alturas no vamos a esperar que reconozcan su tremendo error.