Pues sí. Nunca me hubiera parado a pensar esto, pero es así. En los pueblos no hay dobles filas de coches. Ni horas punta de atascos en calles coincidiendo con las salidas y entradas de los colegios, normalmente concertados, por cierto. Ni guerra de bocinas entre quienes han aparcado correctamente y quienes se han ido casi de tutoría dejando las cuatro puertas cerradas. Y si te quejas a la Policía Municipal como vecino que cumple el código de circulación y las ordenanzas de tráfico casi el culpable eres tú por “no tener paciencia”. Paciencia toda. Legitimidad para reclamar que el Ayuntamiento -o quien sea- tome cartas en el asunto en un problema histórico también. Porque no sirve decir que es solo un momento y que hay que entender que los chavales van a la escuela. Claro. Todas las medidas para protegerles en las entradas y salidas de clase son pocas. Y ahí están casos tan duros y graves como el fatal atropello de Ansoáin. Pero esto es otra cosa. Es una falta de respeto hacia los demás y abrir una ventana diaria a la impunidad en la que la ley no rige en Iruña. Seguro que si en otro momento o lugar aparcas en doble fila para hacer un recado, te encuentras con una multa en el parabrisas y no vale ninguna explicación, ni te atienden con paciencia ni comprensión. A los que hay que atender y entender es a los alcaldes y alcaldesas de más de 70 pueblos que reclaman estos días una discriminación positiva para garantizar la igualdad en el ámbito rural y la cohesión territorial. No piden ni mucho menos que se incumpla la ley, sino que se cambie la normativa para que sus hijos e hijas puedan ir al instituto cada día sin jornadas maratonianas de carretera: no son 2 km hasta la acera del colegio, sino más de 50 km de curvas. Aspiran a que sus hijos no abandonen los pueblos en edades tempranas, ni arrastren a toda la familia a la emigración. Ya sucedió con la reforma de la LOGSE y el mapa escolar. La educación es vital para anclar población. No puede convertirse en el Flautista de Hamelín que se lleve a la chavalería hacia las urbes. Con una apuesta decidida por la enseñanza pública de proximidad ni existiría este problema social de la despoblación ni el de las dobles filas en la ciudad. Ojalá las promesas se conviertan en partidas y leyes.