El síndrome de abstención es una reacción del sistema político central, ligada al excesivo abuso de la aritmética de los pactos, que desencadena una situación de convulsiones en el órgano encargado del gobierno del cuerpo social. Los síntomas son fácilmente detectables: nerviosismo, bloqueo mental, obstinación, amnesia temporal (olvidar lo dicho o prometido recientemente?), incapacidad para llegar a acuerdos, agresividad verbal? No hay una pauta común entre los afectados que permita establecer una receta única; ocurre que el síndrome de abstención no responde a una sintomatología común si el afectado lo es en Pamplona, en Navarra o en Madrid. Aún teniendo un origen similar -la necesidad, convertida en un fuerte cuadro de ansiedad con el paso de los días, por pillar unos gramos de poder-, los efectos que acaba provocando pueden ser bien distintos y se prolongan, por lo menos, por un periodo de cuatro años. Nada garantiza tampoco que superado este ciclo el síndrome no reaparezca incluso con mas virulencia. Se aconseja tratamiento.

Puede sonar a broma, pero recomendar la abstención estos días es como aconsejar la abstinencia en tiempo de Cuaresma para quienes son fieles cumplidores de los preceptos católicos. Pero aunque abstención y abstinencia no sean lo mismo, hay casos en los que una cosa lleva a la otra cuando por medio interviene la jerarquía para impartir doctrina a cada parroquia, dictar órdenes y hacer de la obediencia mandamiento. Y no hay bulas que valgan. Tampoco amagos de rebelión en las bases.

Como la abstinencia, la abstención tiene una parte importante de privación, ya que lleva implícita una renuncia: renuncia a elegir o a dar un paso al frente para que te elijan. A nadie se le escapa que en la política, sector afectado por el síndrome al que nos referimos, resulta difícil desentrañar el cómo y el porqué (y una vez asumido esto, el para qué) y poder interpretar así con claridad los efectos que puede desencadenar. Por el momento, me abstengo de hacer más comentarios...