Si el COVID-19 es similar a la gripe ¿por qué adoptan medidas tan extremas en otros países? Si hay que estar tranquilos ¿por qué cada día proponen una nueva recomendación restrictiva? Si la ministra de Trabajo lanza un mensaje de tranquilidad ¿por qué habla de paralizar la actividad en caso de riesgo de contagio? Es inevitable que frente a la población que asiste con calma a la propagación de la enfermedad y atiende a los mensajes que casi hora a hora mandan los expertos y las autoridades sanitarias, hay otros que sospechan a la vista de la ola de nuevos contagios y viven en la incertidumbre ante lo que consideran una amenaza que va en aumento y para la que no se atisba un freno inminente. No es el coronavirus ni la primera ni la última epidemia que mete el miedo en el cuerpo al ser humano que, tan soberbio la mayoría de las veces, se siente frágil y vulnerable frente a un microenemigo que le ataca y para el que no encuentra de momento defensas contundentes a mano más allá de unas livianas mascarillas y de un gel antiséptico.

Ante las dudas, me parece positivo el papel de comunicador que está desarrollando Fernando Simón, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Su expresión y hasta su indumentaria (esa colección de chaquetas de cremallera) le hacen cercano, creíble y transparente: el tipo de persona a la que le confiarías tus ahorros sin pedirle garantía. Porque en contra de lo sucedido en otras crisis similares, cabe inferir que no se está ocultando información (al menos en nuestro ámbito cercano), porque ya se sabe que la desinformación y la mentira son dos de las peores plagas. Y poner ese antídoto ante la avalancha de bulos y exageraciones que circulan por las redes sociales es una de las mejores terapias.

Volviendo al principio, el efecto del COVID-19 en la población es residual comparado con otras enfermedades que matan a miles de personas en distinto puntos del planeta. Son significativos los datos oficiales de la temporada de gripe en España en 2018-19 que recogen 490.000 casos no graves de infección respiratoria/síndrome gripal atendidos en Atención Primaria, 35.300 hospitalizaciones por gripe confirmada, 2.500 ingresos en las unidades de cuidados intensivos y, en fin, 6.300 muertes. El problema ahora es identificar a qué nos estamos enfrentando y encontrar el antídoto. Mientras tanto, como aconsejaba el gobierno de Reino Unido al inicio de la II Guerra Mundial: Keep calm and carry on (mantén la calma y sigue adelante).