l 13 de marzo era el día señalado para la presentación en una sala pamplonesa del primer disco del grupo Incendiarios. Después de un año de trabajo, la banda veía reflejado en un soporte material el bagaje de horas de ensayo, de actuaciones en bares, peñas y fiestas de pueblos, de tejer sueños en estribillos y acordes. Un salto adelante y con la calidad de una grabación en estudio. Más de doscientas personas compraron su entrada para acompañarles, animarles y tratar de dar un impulso a una carrera todavía incipiente. Todo se vino abajo cuando la expansión del coronavirus obligó a adoptar medidas restrictivas y ese mismo día el Gobierno declaraba el estado de alarma.

La pandemia ha triturado al mundo de la música. Nadie sale indemne, aunque algunos tengan más oportunidades que otros para seguir haciéndose visibles. El efecto del virus en la industria ha alcanzado a todo el sector: técnicos de luz y sonido, empresas organizadoras de conciertos, grupos txarangas, disc jockeys, orquestas de verbena y sinfónicas, escuelas de música, profesores, bandas municipales€ La supresión de actos festivos durante el verano ha dejado sin ingresos a los músicos, salarios que ayudan a ir tirando durante el resto del año. Se han buscado fórmulas para ofrecer eventos con medidas de seguridad y guardando las distancias con aforos muy reducidos. La emisión en streaming ha tratado de llenar el vacío. Pero la expansión de la covid en los dos últimos meses ha paralizado las programaciones con público, tan necesario y tan cómplice.

La iniciativa ¿El último concierto?El último concierto? quiso hacer ayer visible la crítica situación del sector, extensible también a otras actividades culturales como el cine, el teatro y las artes plásticas. Cierran salas que han sido templos de la música, lanzaderas de grupos que necesitaban esa oportunidad para darse a conocer, un escenario en el que ejercer de artistas. Había que poner a la sociedad ante un escenario vacío, unos altavoces mudos, el silencio, en suma. Todo lo contrario a lo que transmite la música. Es lo que nos estamos perdiendo. Y si se calla el cantor, calla la vida.