a pandemia ha colocado en primera línea a profesiones prioritarias en la defensa de la salud. No son solo los médicos y enfermeras, también el personal auxiliar y todos aquellos que tienen un contacto cercano con el coronavirus, ya sea en hospitales, ambulatorios o domicilios. De esta forma, los responsables de salud han señalado actividades calificadas como esenciales frente a otras que no lo son tanto y han procedido a una graduación de las primeras en el momento de diseñar planes de vacunación. Han dibujado, pues, una jerarquía del riesgo, una especie de estructura militar en la que se reparten escudos o chalecos antibalas según la valoración realizada de cada función y el contacto con el resto de personas. Así las cosas, y por poner un ejemplo, un podólogo es más esencial que un bombero. No es mi intención entrar en discusión sobre la catalogación de cada uno, pero por deformación profesional la pregunta que me hago es la siguiente: en un ranking de esenciales ¿qué puesto ocuparíamos los periodistas?

Sin ser la nuestra una actividad de combate cara a cara con la covid, es innegable que la pandemia ha provocado una serie de limitaciones a nuestra actividad -y no me refiero solo a quedar para tomar un café, comer o salir de 'pesca'- que limitan mucho el contacto cara a cara; o viajar para cubrir eventos como los partidos de Osasuna o convertir las ruedas de prensa en multiconferencias telemáticas que recuerdan a la cabecera de una serie de los años setenta, La tribu de los Brady. Los protagonistas de las informaciones, ya sean ministros, artistas o futbolistas, se resguardan y es casi imposible acceder a ellos en persona. La información se resiente y afecta también al ciudadano que quiere estar al tanto de lo que pasa. Además de estos cambios, hay otros provocados por los efectos colaterales que han castigado a la profesión, con despidos en cadena en varias empresas del sector y con una precariedad en el empleo que tiene que ver con la crisis provocada por el coronavirus, con bajas en las suscripciones, caída de ventas y una notable merma en la inversión publicitaria.

Quizá los periodistas no somos esenciales, pero, en papel o en digital, seguimos siendo necesarios. A fin de cuentas, somos los que estamos contando el minuto a minuto de la pandemia, exponiendo análisis y generando opinión. Los medios han dado voz y han puesto rostro a la enfermedad y a sus consecuencias y también creo que este trabajo no ha tenido el merecido reconocimiento.

Se ha dibujado una jerarquía del riesgo, una especie de estructura militar en la que se reparten escudos o chalecos antibalas según la función de cada uno