Irrumpe Vox en el panorama político, con su programa australopiteco y la amenaza de extender su Reconquista, y las voces sensatas de la izquierda nos dicen que no hay que caer en sus provocaciones ni admitir que impongan sus temas de debate, o acabaremos discutiendo sobre el derecho al voto de las mujeres, la nueva expulsión de judíos y árabes o las ventajas de la esclavitud con un buen amo que vele por nosotros.

Añaden esas voces que la única manera de contrarrestar sus noticias falsas es con datos. Ejemplo: la invasión de inmigrantes es un camelo, porque hay un millón menos que hace siete años.

Pero el problema surge cuando en ese mismo análisis algunos dicen: “Darían risa si no dieran miedo”. Y lo argumentan con el ejemplo Trump: “También se reían de él en Estados Unidos y acabó en la presidencia”.

Pues no, señor, por ahí yo no paso. Puedo entender la conveniencia o no de apostarnos con arcabuces en el puente de Castejón para impedir que Abascal y sus huestes crucen el Ebro a caballo, pero me niego en rotundo a que dejemos de reírnos de Vox. Y me trae sin cuidado si eso le beneficia, porque es una cuestión de principios: si nos quitan el humor nos habrán ganado antes incluso de pasar por las urnas.

Porque no es cierto que darían risa si no dieran miedo, y tampoco que darían miedo si no dieran risa: es que dan tanto miedo como risa, y por eso tan necesario como temerlos es reírse de ellos: de su Reconquista católica pagada por iraníes; de su casposa propuesta toros-caza-flamenco-Legión-Semana Santa; de su complejo de inferioridad con los inmigrantes -un tipo sin estudios que no habla tu idioma te va a quitar tu trabajo-; de su desparpajo para inventarse cifras (han convertido el 0,01% de denuncias falsas en el 87%, sin pruebas ni pudor); de su crítica a los chiringuitos de partido, cuando su líder vivió de uno...

Ganarán o perderán, que la gente es muy suya cuando vota resentida o da vía libre a sus fobias y odios, pero nos seguiremos riendo de ellos hasta derrotarles. Porque en EEUU no sé, pero aquí el humor siempre ha sido un arma muy poderosa contra la insensatez. Y si el humor no funciona, también nos reiremos. Sencillamente, porque son risibles. Aunque den mucho miedo.