Parece mentira que esté tan entrado el siglo XXI y aún haya gente incapaz de entender que la razón de ser del arte es provocar sentimientos, y que eso incluye los de indignación y rechazo a la propia obra.

Casi dos siglos -los que duró como clase diferenciada- han estado algunos artistas entregados a eso que los franceses llamaban épater les bourgeois, cuyo significado literal sería dejar patidifusos a los burgueses, y que hemos dado en traducir como escandalizarles.

Ahora que ya no hay burgueses, sino una amplia clase media entre los multimillonarios y los pobres de solemnidad, y dado que esa clase media está curada de espanto, podría pensarse que ya no hay a quien escandalizar, pero los artistas provocadores han tardado muy poco en descubrir un sector de la sociedad que a la menor de cambio se rasga las vestiduras: los fachas. No como sinónimo de fascistas o franquistas (aunque ahí se les encuentre), sino de derecha rancia y ultracatólica.

Cuando Santiago Sierra y Eugenio Merino crean el ninot gigante de Felipe VI y sus condiciones de venta (que se queme en un año), saben que van a dar en la diana: pocas veces nos hemos reído más oyendo hablar del tema a los fachas que pueblan las tertulias de Quintana y Griso, o leyendo los artículos indignados de ABC, Okdiario y demás: que no es arte; que debería estar vetado en Arco; que es de mal gusto; que jo, fíjate; que tal y que cual.

Pero no nos engañemos: el gran éxito de Serrano y Merino, lo que les dio el triunfo incontestable, fue que Felipe VI esquivara su propio ninot en su visita oficial a Arco. Porque está muy pagado de sí mismo o porque no tiene, entre su marabunta de asesores, ninguno capaz de aconsejarle lo obvio: “Ve a verlo, sonríe, haz bromas, posa igual que él para la foto, y además de humanidad, campechanía y buen rollito monarco-paternal, les arruinarás la provocación, que estos tipos viven de que la gente de bien nos indignemos”.

Pero Felipe se escabulló, ceñudo y ofendidito, y su ninot se quedó amo y señor de Arco.

Es tan fácil hacerles caer en las provocaciones que casi no tiene mérito. Tenemos en España arte escandaloso para mucho tiempo.