uando creíamos que no podían pasar más cosas en este 2020 loco y funesto, va el Pentágono y publica unos vídeos de ovnis, en los que se ven perfectamente los propulsores intergalácticos, los supresores de la gravedad y a un marciano saludando desde una ventanilla... No, en realidad son tres vídeos cutres en los que se ve algo borroso. No demuestran nada, y mucho menos visitas de los extraterrestres, pero qué más da si los ufólogos son más felices así, con un margen amplio para especular.

De todas las pseudociencias, la de los ovnis es la más divertida, quizás porque es la más inofensiva. No solo parte del bulo de que nadie vigila el firmamento -el pequeño meteoro (4 kilómetros de longitud) que pasó cerca de la Tierra el 29 de abril se detectó cuando estaba a 20 millones de kilómetros-, sino que solo vienen de noche, a lugares despoblados y con una extraña fijación por los Estados Unidos, algo que seguro que no tiene nada que ver con las pelis de ciencia ficción de Hollywood.

Ni una toma nítida, con lo fácil que sería ahora que todo el mundo lleva cámaras de vídeo y fotográficas en el móvil. Ni una prueba física -en medio siglo por aquí, qué menos que se les haya caído de las naves algún tornillo futurista-. Ni un solo mensaje inequívocamente extraterrestre, tipo "Os amamos" o "Vamos a comeros a todos".

Los más flipados de la secta alimentan además las versiones conspiranoica ( los gobiernos lo saben, pero mantienen el secreto ); abductora (vienen, te secuestran, te meten una sonda por el botafumeiro y te devuelven a casa con el mojino escocío); y hasta prehistórica (vinieron hace miles de años, construyeron las pirámides y los templos incas, y quizás se zamparon el último mamut). Nuestra teoría sobre estas variaciones es que la simple observación de las naves espaciales se había quedado demasiado sosa, por lo que había que añadirle algo de picante al culebrón.

En ese contexto, los vídeos del Pentágono llegan en el momento idóneo para que no decaiga la fiesta, el fiestón ufólogo.