se le agota al PSN el tiempo de los juegos florales. Para empezar con sus posibles socios del hipotético Gobierno de progreso, a los que no puede honestamente plantear un órdago en cada trámite, primero para los ayuntamientos, luego para la Mesa del Parlamento y finalmente para el Ejecutivo, queriendo ganar cada mano sin una visión global de la partida en su conjunto. De hecho, Geroa Bai puso las cartas boca arriba al anunciar que las negociaciones quedarán finiquitadas si a cambio de investir a Chivite el PSN no cede la presidencia del Legislativo a la sigla de Barkos y si bloquea la inclusión de EH Bildu en el órgano rector de la Cámara, lo que conculcaría la representatividad emanada de las urnas. Se trata al fin y al cabo de restañar la confianza perdida tras facilitar el PSN a la derecha trina alcaldías referenciales de Navarra y también de que sus interlocutores tengan siquiera el pálpito de que el socialismo no les instrumentaliza para llegar en mejores condiciones a una repetición electoral, desde el aval de haber concitado en torno a Chivite 23 de los 50 escaños. En suma, que sin una mínima química entre los protagonistas del diálogo multipartito la operación está condenada al fracaso antes de abordar un libreto programático y una estructura de Gabinete, pasos previos al veredicto de la izquierda abertzale. El mismo grado de empatía que paradójicamente el PSN precisa del PSOE, en creciente exposición a los cantos de sirena de UPN en forma de sus dos eventuales abstenciones a la investidura de Sánchez, más relevantes para Ferraz ante la presumible inhibición de ERC por privarle el PSC de la alcaldía de Barcelona en favor de Colau. Haría bien toda la dirigencia del PSOE en asumir de una vez que otra entrega de la Diputación a la derecha supondría la implosión de su estructura en Navarra, pues quedaría notoriamente de manifiesto que el desenlace se repite lidere o no el PSN el escalafón del vector declarado progresista, haga falta o no en la ecuación la izquierda abertzale, exista o no ETA. La resultante es que la gobernanza de esta tierra depende de una cuestión de piel, aquí entre diferentes, en Madrid entre iguales.