en ausencia de la política genuina, la del contraste de idearios que redunde en una gestión diligente en beneficio de la ciudadanía, bacanal de encuestas. Sondeos a tutiplén, en primera instancia para elegir a los candidatos de los partidos en detrimento de los órganos teóricamente decisorios, anteponiendo la simpatía de los postulantes ante los electores a sus destrezas para desempeñar el cargo que se pretende. Pero también para inducir el voto más que para identificarlo, puesto que se trata de canalizarlo hacia el sufragio útil, frecuentemente mediante resultados binarios que contraponen a dos siglas como alternativas entre sí minusvalorando las restantes. Además de para escoger perfiles elegibles y decantar el voto, las encuestas mandan asimismo a la hora de guiar las políticas de demasiados gobernantes, supeditando los principios a los estados de opinión aun a costa de contravenir flagrantemente los programas electorales. Una perversión colosal, en el sentido de que a un líder se le exige que sepa leer la realidad sociológica y también modularla, ya que en caso contrario gobiernan los sondeos y la encuestrocracia suplanta a la democracia. En este punto nos encontramos, amigas y amigos, presos de una agenda política infestada de ocurrencias y polémicas artificiales, que desdeñan los debates de fondo que deberían solucionar los problemas cotidianos de la mayoría pero que sin embargo aportan notoriedad y a menudo hasta valoraciones positivas. Todo un despropósito que se explica por la conversión de la política en un show de lo más frívolo alentado por las redes sociales y por abundantes medios de comunicación mayormente televisivos que, con el pretexto del divertimento, infantilizan conscientemente a una audiencia que a la vez opera como electorado. Da verdadera lástima y bastante repelús contemplar tanto telediario que disfraza la propaganda de aparente información y mucha tertulia con titulados en Periodismo que blanden literalmente consignas de sigla en lugar de juicios asentados en argumentos. En el marco de este espectáculo circense, que no falten tampoco engolados comentaristas de encuestas cocinadas hasta la náusea.