Coincidí con Borja Sémper en la televisión y como analista tuve que valorar intervenciones suyas, también en los años de plomo. Compartiendo menos que más sus argumentos, siempre me pareció un tipo elegante. Desde la perspectiva de que encarnaba el prototipo de político propositivo y de dialéctica fina, de esos que anteponen las razones revistiendo la censura de ironía, con un ademán centrista desde la moderación y proclive al diálogo. Nada que ver con este PP echado al monte por su manifiesto escoramiento a la derecha extrema y plagado de hooligans que perpetran la indignidad de acusar de melífluos a correligionarios como Sémper, objetivo acreditado de ETA pues al menos en dos ocasiones intentó asesinarlo. El hasta ayer edil donostiarra y portavoz del PP en el Parlamento vasco se condujo en el adiós a su partido durante casi tres décadas con el respeto que siempre le caracterizó, sin expresión de discrepancia ni críticas directas, pero verbalizando su incomodidad con el "clima de confrontación permanente", ese que Casado y su entorno abonan cada día. También refiriéndose a la política en general, que a su juicio transita por un camino "poco edificante", Sémper abogó por que los partidos dejen de operar como "sectas" para en sentido contrario tolerar e incluso integrar los matices y las divergencias. Él habla en primera persona, como todos los señalados en el PP por posicionarse a favor de la descabalgada Soraya Sáenz de Santamaría, si bien el sectarismo no resulta en absoluto privativo de la derecha española. Ciertamente, Sémper ha salido por patas buscando un acomodo laboral que a la postre encontró en Ernst&Young -en un ámbito de las relaciones institucionales que le impide despotricar contra nadie- y esa huida ha retratado lo peor de la política en general y del PP en particular. Como legado deja asímismo la constatación de que en Twitter campa a sus anchas una fiera jauría que se permite amargar la existencia de quienes comparten la vida con políticos que no son de su gusto, en este caso la actriz Bárbara Goenaga. Cuánta metáfora en la fuga de Sémper.