al vez para evitar la unanimidad, falta de estética en un partido político cimentado por definición en el contraste de pareceres, cuatro delegados del PSN votaron este sábado en blanco a la dirección encabezada por Chivite. María de primero y Victoria de segundo como augurio de su intrincada llegada a la Diputación, tanto que en octubre de 2014 fue elegida por primera vez como candidata al Gobierno foral con el 42% de contestación interna. De aquellos barros estos logros en solo siete años. En términos electorales, los seis que han transcurrido entre los siete escaños de 2015, calcinada de salida Chivite por el bipartito de Jiménez con Barcina de 2011 -después del agostazo de 2007 en el que el PSOE arrodilló al PSN ante Sanz-, a los once parlamentarios de 2019 que crecieron hasta los 23 de aval a su presidencia con el concurso de Geroa Bai, Podemos e I-E. Así se escribe la historia del éxito de Chivite, soportado en la congruencia ideológica y en la dignidad política -ya sin servilismos-, pero directamente proporcional a la desventura de Javier Esparza. Líder de UPN en el peor momento por heredar una sigla despedazada por Barcina justo cuando el PSOE se escoraba más a la izquierda y al frente del aparato socialista se iba a consolidar el milagrés Cerdán para cortocircuitar la influencia regionalista en Ferraz. Superado el ecuador de la legislatura navarra, Esparza sigue quemando sus naves al vincular a Sánchez con Otegi a cada ocasión y desperdiciando oportunidades de ofrecer una importa presidencial, por ejemplo con su última espantada para negociar los Presupuestos. Parapetado en una coalición conservadora que garantiza poder municipal pero que sin embargo constituye una sepultura a efectos gubernamentales por la insuficiencia aritmética de Navarra Suma. A Esparza le queda la última bala de las elecciones de 2023, porque a la tercera será la vencida o tendrá que volver a la enseñanza, y ya puede olvidarse si el PSN gana entre la progresía al conllevar el apoyo a Chivite de sus hoy socios aun con sus reticencias y condiciones. Y, en caso de perder el socialismo navarro esa hegemonía a la izquierda, UPN lo tendría en chino para incluso sondear al PSOE de no haber concurrido a las elecciones en solitario, sin la muleta del PP. La cuestión es si Esparza no ha cavado una trinchera ideológica demasiado profunda como para disolver Navarra Suma solo porque esa fórmula le aleja a él de la Diputación ahora ya definitivamente. Calienta en Tudela que sales, Toquero.

La historia del éxito de Chivite es directamente proporcional a la desventura de Esparza , que ya puede olvidarse de la presidencia en su sepultura de Navarra Suma