os toman por tontos. Porque, si no lo somos, al menos lo parecemos demasiado a menudo. Lo último es lo de los dos pijotrincones que en plena pandemia se repartieron 6 millones de euros públicos como intermediarios para adquirir en China mascarillas y otros productos por encargo del Ayuntamiento de Madrid. Una gestión que comportó un sobrepago del 148% y que se articuló con el concurso de un primo de Almeida y la intervención directa de la Coordinadora de Presupuestos del consistorio. Como para que ahora el alcalde se presente como una víctima de la estafa para sacudirse toda responsabilidad, al estilo de Rajoy con el caso Gürtel. Un verdadero insulto a la inteligencia, más porque buena parte de ese material llegó defectuoso sin que el Ayuntamiento de Madrid activase ninguna auditoría. Al contrario, las pesquisas de la Fiscalía obedecen al chivatazo de la banca al atisbar blanqueo de capitales en los tales Medina y Luceño. Dos jetas cuya inmoralidad retratan los bienes ahora embargados fruto del pelotazo, como coches de lujo, relojes Rolex o un yate fondeado en Gibraltar. Lo que deja al hermano de Ayuso como un mero aprendiz de apandador y acredita que en el PP de Madrid persiste la cultura del chanchullo. Terreno abonado para los comisionistas por la tolerancia de la ciudadanía con la corrupción al no acarrear un severo coste en las urnas, lo que inocula en ese ecosistema putrefacto una sensación de impunidad. Si el electorado es a la política lo que la audiencia a la televisión, esa percepción de inmunidad también ha derivado en un mal mayor catódico. Consistente en una telebasura de cloaca hecha, según la investigación judicial en curso, con detritus de archivos policiales para airear las miserias de más hámsters humanos que sumar a la rueda de Sálvame y sus excrecencias. Un circo de gentes dispuestas a alimentar un reality a diario con ellos mismos como carnaza a falta de auténticos famosos que someter a la lapidación pública por cuatro céntimos, incluso polígrafo mediante. En el fondo, otra perversión ética en este caso bajo el pretexto del entretenimiento pero con el mismo interés crematístico vía publicidad. Un todo por la pasta tan degradante para la política y el periodismo como alienante para su destinataria, una sociedad atontada.

Como el electorado es a la política lo que la audiencia a la televisión, el PP de Madrid y el 'Sálvame' se han sentido impunes y de ahí este todo por la pasta tan degradante