Diálogo. Dialeg. Parlem. Hablamos. Ésta es la palabra y el concepto que realmente ha desatado la tormenta política de estos días. La palabra que no se nombra en esta guerra de significantes y significados sobre la figura del “relator”, en este torbellino de noticias falsas y falseadas sobre la realidad en la que se ha convertido la política estatal. Pero lo que levanta sarpullidos en la nueva y vieja derecha es plantear la necesidad de un diálogo y una medición, porque es la manera de reconocer que hay un problema real, que existen visiones diferentes sobre lo que sucede y que el intercambio de posturas y la búsqueda de puntos de encuentro es la única salida constructiva posible. Solo se soluciona un conflicto cuando se reconoce como tal y se acepta la necesidad de lograr un acuerdo entre las partes, el resto, lo magnifica y en este caso hay fuerzas políticas que crecen en el conflicto, que se mueven bien en él. Partidos que buscan el choque para alimentar su zurrón de votos aún a costa de la convivencia y los consensos. Ahora le ha tocado a Sánchez y a Catalunya. Pero en su día le pasó por encima a Zapatero con el tema vasco. En el caso catalán el pacifismo y las vías democráticas han sido totalmente predominantes. Resulta curioso tirar de hemeroteca y ver cómo el generoso llamamiento al “diálogo” que hizo en el año 2000 en Barcelona la periodista Gemma Nierga al término de la manifestación contra el asesinato del socialista Ernest Lluch a manos de ETA, levantó ampollas entre los mismos sectores y cambió el rictus de Aznar en la primera fila de la macha. Un Aznar que ha vuelto ahora en la sombra del nuevo tridente de Vox, Ciudadanos y el PP. Un partido, el PP, que también estuvo detrás de otra desproporcionada manifestación organizada en 2007 (también con el apoyo de UPN) basada en falacias contra Zapatero. Un presidente que como Sánchez, quizá tan ingenua pero también meritoriamente, intentó buscar una salida a aquel conflicto incomparable con el actual, pero del que se pueden extraer conclusiones, ya que sin violencia de por medio una gran parte del Estado español no acepta que se pueda hablar y hasta votar. Prefieren montar rebeliones rojigualdas en la calle y que se encarcele a políticos pacíficos disidentes. Dialogar siempre. Y en todo lugar.