Estos días me pregunto dónde queda la política pensada para los ciudadanos y ciudadanas, no la que se hace desde los partidos para sus militantes, ésa ya la vemos demasiado a todas horas. Política como el arte o el oficio de tratar de resolver los asuntos que afectan a la sociedad, o lo que es lo mismo que nos afectan a todos y todas; como acción social a escala humana, como la herramienta válida en democracia para construir una sociedad donde unos y otras tengamos los mismos derechos y donde el sector público sea el pilar del Estado de Bienestar. Política de escuchar y actuar, no de hablar para no hacer. Me da la sensación, viendo el panorama, que en estos momentos sobran líderes y faltan políticos de verdad. Y nos sobran discursos en primera persona y nos faltan acciones y estrategias en plural que aborden lo que realmente preocupa a los ciudadanos y ciudadanas. Preocupaciones de la vida cotidiana ligadas a la acción política: sanidad, educación, desempleo, igualdad, violencia machista, impuestos, seguridad... No me refiero a la política cercana, donde por suerte sí hay gente comprometida, sino a la gran política. Da igual para qué lugar del mundo mires. Escasean las personas dispuestas a trabajar por el bien común, ésas que aspiran a cambiar las cosas no para su propio beneficio sino para la sociedad que les ha elegido, e incluso para quienes no les han elegido, respetando a todos y todas sin atacar derechos ya logrados. Demasiado pensar en el yo y poco en el nosotros y aún menos en los otros. Todo se mueve en el ámbito del individualismo, como si la política pudiera sustentarse en la acción en solitario, como si bastara con un tuit para tener algo que decir o lo que es peor, como si algunos no tuvieran nada que aportar más allá de unos pocos caracteres. Pocas fotos de grupo y demasiados selfies. Viendo cómo se están preparando las próximas elecciones estatales; cómo van y vienen nombres por ser quien son, no por lo que están dispuestos a hacer; cómo se prima el individualismo por encima de los equipos, da que pensar en qué se está convirtiendo la política. Una política cada vez más líquida y emocional sin propuestas sólidas y racionales. Nadie dijo que fuera fácil dedicarse a ella. Intuyo que cada vez es más complicado, pero eso no justifica que valga cualquiera, porque no todo vale. Hacen falta políticos de verdad, porque esto va más en serio que nunca.