Los problemas nunca son la solución, aunque algunas personas crean que de tanto dejarlos de lado acaban por resolverse solos. Más bien ocurre lo contrario, los problemas no abordados en su tiempo se enquistan, crecen y cuanto más grandes más destruyen. Pasa en la vida cotidiana, en el trabajo, en las relaciones personales, entre amigos y en familia. Quién, por ejemplo, no ha confiado en el paso del tiempo para no abordar una conversación incómoda y se ha encontrado con que al final las cosas no dichas acaban haciendo más daño que lo que quizás se tenía que haber pronunciado a tiempo. O quién no ha dejado de tomar una decisión difícil confiando en ese mismo tiempo y cuando la quiere tomar ya no hay opciones a la vista... Cada día surgen nuevos problemas, grandes o pequeños y gestionarlos de frente, una vez que los hemos detectado, que no siempre es fácil, suele ser la mejor estrategia. Porque casi todos y todas tenemos los recursos necesarios para poder afrontarlos por grandes que nos parezcan, otra cosa es cómo utilizamos esos recursos y si llegamos a tiempo según sea de grave el asunto. Y vemos también que el aplazar los problemas pasa y mucho en la vida política. Aquí cerca lo hemos visto: Catalunya ¿Problema o solución? La gestión de los tiempos es importante. Lo que hubiera sido una solución en un determinado momento ya no lo es más tarde. El pueblo catalán se hubiera contentado con el Estatut en su día, pero fue laminado y casi lapidado. Ahora esa solución puede quedar muy lejos de la puerta de salida en la que el mínimo es un referendum. Esperar a que el tiempo logre algo que contente a ambas partes no está haciendo sino empeorar las cosas. Allá queda el 1 de octubre de 2017, una fecha que ha acabado con los políticos catalanes encarcelados y condenados y con el mayor de los Mossos procesado. Y de aquel referéndum hasta hoy ha llovido mucho en Catalunya y en el Estado pero las cosas siguen a peor. Tras las negativas del Presidente Sánchez a hablar, ni siquiera coger el teléfono al presidente de la Generalitat, resulta que cuando por fin llega el esperado encuentro con una promesa triple de "diálogo, diálogo, diálogo" por parte del vicepresidente Iglesias, ya no se sabe muy bien con quién será la conversación y dónde quedarán las palabras y la mesa del diálogo con unas nuevas elecciones a la vista. Eso sí, el problema, sigue, cada vez más grande.