Es otra definición más para apuntar en la larga lista de palabras y expresiones que nos ha traído la covid-19. Tras el coronavirus, las pruebas PCR, los antígenos, las mascarillas, los estudios serologicos, las múltiples secuelas que está dejando el virus en los casos más graves, los ERTE y las consecuencias económicas para muchos sectores y profesionales, las miles de opiniones de expertos epidemiólogos y de los que no lo son tanto, la saturación informativa con el periodismo de datos... ahora nos toca hablar de la fatiga pandémica, que no es otra cosa que los efectos psicológicos que toda esta larga pandemia va a dejar y está dejando ya en las personas. Se trata de un mal no visible a primera vista pero que exige tener a punto el botiquín de primeros auxilios psicológicos que nos alivie de tanta soledad, de tanta restricción, de la falta de contacto, de la perdida de relaciones, de la ausencia de planes...

Un botiquín que no nos aporte medicinas sino que nos facilite unas cuantas herramientas para vivir el aquí y el ahora, para tratar de reconducir situaciones antes de que se enquisten, para aceptar aquello que no podemos cambiar y tratar de cambiar aquello en lo que si podemos incidir: la manera en que vivimos lo que nos está tocando. No hay una única manera, pero nos aconsejan no estar siempre a la contra ni asentarnos en la queja, sino apostar por la convicción de que tras tanta nube llegarán días de sol, pensar que vamos a salir más pronto que tarde de todo esto. Recomiendan una vida saludable y desconexión, como si fuera fácil determinar en estos momentos qué es lo saludable y mucho menos cómo hacer para conseguir pasar un día sin saber nada del covid-19. Son muchos meses ya desde los primeros casos y la sociedad en general está cansada; cansada de tanto no hacer y de tanto pensar, un cansancio que va calando dejando una sensación de agotamiento mental y tristeza y que empeora en la medida en que pensamos en el futuro. Por eso toca vivir sin anticiparse. Dejar el calendario en blanco por la mañana sin renunciar a llenarlo cada noche con todo lo vivido, sabiendo que cada día nos deja lecciones nuevas para afrontar el siguiente.