ivir un Erasmus es una de esas experiencias que te marcan en la etapa clave de tu vida. Te abre nuevos mundos y te permite conocer gente que de otra manera difícilmente se cruzaría en su vida. Tienen suerte las generaciones que han podido y pueden disfrutar de este programa educativo, una ventana al mundo más allá de una inmersión vital lejos de su zona de confort. Salir fuera es la esencia de esos programas, poner distancia con tu entorno, conocer lo desconocido, viajar, relacionarte, sentir lo diferente, aprender académica y vitalmente. Es una de esas vivencias que marcan y perduran. Así que de entrada el Erasmus rural que se está planteando para el próximo curso puede ser una buena oportunidad para que quien nunca se había planteado la vida en el pueblo ni ha salido del entorno urbano, lo conozca de primera mano y perciba que en ese mundo rural también hay oportunidades vitales y profesionales únicas. Un Erasmus pensado para atraer a los jóvenes al entorno rural que se pretende convertir en una valiosa herramienta contra la despoblación, porque solo con el asentamiento de los niños y jóvenes en el mundo rural se garantiza la continuidad de la vida en los pueblos y para ello es esencial contar con condiciones de vida, vivienda, trabajo, ocio, salud, educación... con futuro en definitiva. Está bien de entrada plantear una bolsa de empleo destinada a los jóvenes para que realicen su primera experiencia laboral en un entorno rural.. Pero falta la otra pata para que sea sostenible, que los jóvenes del mundo rural no lo abandonen y tengan esas mismas oportunidades si deciden quedarse en su pueblo, cosa difícil a día de hoy. En Navarra, donde se acumulan ya los planes para frenar la despoblación sin que ninguno acabe de despegar del todo, lejos de consolidar y potenciar el arraigo muchos estudiantes tienen que abandonar el pueblo a los 16 años para vivir en la ciudad en un Erasmus urbano obligatorio a 100 kilómetros de sus casas. Quienes quieren cursar Bachillerato en el modelo D en algunas zonas de Navarra están obligados a matricularse en Pamplona, por eso el Pirineo lleva años reclamando un instituto en Lumbier para el alumnado de Roncal, Salazar, Aezkoa, Aoiz y Sangüesa, para evitar que la juventud tenga que dejar los valles a los 16 años y acabar viviendo en la ciudad, en muchos casos con sus familias, lo que agrava y mucho el problema de la despoblación.

Los estudiantes del Pirineo tienen que abandonar el pueblo a los 16 años para vivir en la ciudad en un Erasmus urbano obligatorio a 100 kilómetros de sus casas