Me interesa sobremanera el proyecto que ha puesto en marcha la comunidad de Lakabe junto al colectivo Arterra Bizi/Modu (con su proyecto de cohabitaciones en Artieda) y la Red Ibérica de Eco Aldeas, en colaboración con el Gobierno de Navarra, para frenar el drama de la despoblación rural. Se llama Rehabilitar la tierra desde la sostenibilidad y han convocado un encuentro de cuatro días en Pamplona, Artieda y Lakabe para dar a conocer diferentes propuestas y abordar las bases de un nuevo modelo de desarrollo rural. El tema tiene mucha miga, créanme. Para empezar porque no vienen a hablar expertos en sostenibilidad ambiental o en planes estratégicos. Llegan algunos de esos hippies que impulsaron experiencias reales para arar la tierra. Eco Aldeas ya tiene un proyecto piloto para repoblar un pueblo abandonado en nuestra comunidad. Lakabe es otro ejemplo que conozco bien. Para empezar porque es el pueblo donde nacieron mi aita y sus ocho hermanos. Era un pueblo pequeño del valle de Artze que en los años sesenta quedó sin brazos para trabajar la tierra y los animales, y que pasó a manos de Diputación. Como tantos pueblos de toda la geografía ibérica terminó deshabitado y, en este caso, tuvo la suerte de resucitar de la mano de un grupo de antimilitaristas a principios de los ochenta. Activistas con diferentes oficios que aprendieron de artesanos, panaderos, agricultores, ganaderos... Cortaban leña con hacha, hoy tienen una serrería industrial. Mantienen su proyecto comunitario (sus 47 miembros de los que diez son menores) pero se conectan a internet. Recuperan el agua de la lluvia y, a la vez, tienen una editorial para difundir sus conocimientos. Son realidades compatibles. Y así debería ser si existen oportunidades suficientes en los pueblos para gente dispuesta a cambiar de vida. No necesariamente para vivir en comunidad pero sí para devolver la vida a muchos pueblos vacíos. Las fórmulas pueden ser variadas y el Gobierno de Navarra dispone de patrimonio (viviendas) en sus manos cuyo uso podría ceder a proyectos que estén condicionados a unos fines de interés general. Sin olvidar que recuperar este medio de vida es una herramienta clave para luchar contra el cambio climático. Para que existan praderas, animales que abonen la tierra, barreras contra los incendios, trabajo fuera de las ciudades, menor consumo energético, generación de producto local... Y para buscar otros paraísos que la ciudad nunca podrá ofrecer. Entre el cielo y la tierra. En el Prepirineo o en la Ribera.