El final de un año y el comienzo del siguiente es un momento cargado de simbolismo en prácticamente todas las culturas del mundo. Aunque cada país vive esta transición de forma distinta y con tradiciones profundamente arraigadas, la intención suele ser la misma: despedir aquello que no se desea conservar, atraer la buena fortuna y abrir la puerta a un ciclo renovado. Desde rituales que involucran comida hasta ceremonias con fuego, música, supersticiones o gestos llenos de emoción, cada rincón del planeta encuentra su propio modo de saludar al año entrante y de despedir al que se marcha.
Entre las costumbres más extendidas se encuentran las famosas uvas, pero si estás cansado de recibir el año siempre igual, basta con mirar un poco más lejos para descubrir que el mundo está lleno de tradiciones tan curiosas como fascinantes, algunas muy antiguas y otras sorprendentemente modernas.
Las conocidas uvas
Con piel o sin piel, con o sin pepitas, cortadas, peladas o directamente al natural: cada persona tiene su forma de preparar las uvas. Lo que es inamovible es la tradición en sí. Aquí, la noche del 31 de diciembre es sinónimo de arreglarse, cenar con amigos o en familia y, a medianoche, sintonizar las campanadas. La emoción, el nerviosismo y el pequeño caos de siempre hacen que el momento sea único, especialmente cuando hay que estar muy atento para no confundir los cuartos con las campanadas.
Las 12 uvas -una por cada campanada- representan los 12 meses del año y el deseo de que cada uno de ellos traiga prosperidad. Aunque no es una costumbre demasiado antigua, se ha convertido en un elemento esencial de la identidad cultural española. Para muchos, no comer las uvas sería como no celebrar el Año Nuevo o llamar a la mala suerte para el próximo año.
Limpiar la mente
Viajamos ahora al extremo opuesto del mapa para descubrir que nuestras 12 campanadas se quedan pequeñas. En Japón, la tradición budista marca que los templos toquen 108 campanadas, una por cada deseo mundano que, según la creencia, causa sufrimiento. Este ritual, llamado Joya no Kane, tiene como objetivo limpiar la mente y dejar atrás las preocupaciones acumuladas durante el año.
Tras esta ceremonia de profunda serenidad, muchas familias disfrutan del toshikoshi soba, unos fideos largos que simbolizan longevidad, y brindan con amazake, una bebida caliente tradicional. Es una forma de terminar el año con calma, introspección y gratitud.
Empezar el año barriendo
En Dinamarca, la Nochevieja se vive de un modo mucho más ruidoso y festivo. Después de la cena, llega el momento de romper la vajilla lanzándola contra las puertas de familiares y amigos. Aunque pueda parecer extraño, cuantos más platos rotos aparezcan frente a tu puerta, mayor es el símbolo de afecto y buena fortuna.
Después, eso sí, toca barrer los restos. También es común subirse a una silla y saltar de ella exactamente cuando comienzan las campanadas, y repetir el salto al finalizar. Este gesto simboliza entrar en el nuevo año con valentía y determinación. Es una tradición visualmente llamativa que combina diversión, amistad y un pequeño toque de superstición.
Si quieres las comes y si no…
Si no te gustan las lentejas, más vale evitar Italia en Nochevieja. Allí es casi obligatorio incluirlas en la cena del 31 de diciembre. Esta costumbre proviene de la Antigua Roma, cuando se creía que las lentejas, por su forma similar a una moneda, atraían riqueza.
Hoy en día, el plato forma parte del Cenone di Capodanno, una cena abundante que celebra la llegada de un nuevo año lleno de oportunidades. Comer lentejas a medianoche simboliza -sobre todo para los romanos-, desear prosperidad, estabilidad económica y buena suerte.
“Eso es lo que quiero: besos”
Si cruzamos el charco, en Estados Unidos, el Año Nuevo empieza con un gesto romántico: un beso. Las películas no exageran ni era una imagen ficticia; a medianoche, las parejas se besan para asegurar un año lleno de buena compañía y amor. Aunque parezca un detalle sencillo, forma parte de la cultura popular desde hace generaciones y se vive como un momento mágico que inaugura el año con afecto y esperanza.
La variedad de Latinoamérica
Latinoamérica es una caja de sorpresas en materia de rituales de fin de año. Cada país tiene sus propias costumbres, muchas de ellas relacionadas con deseos muy concretos.
¿Quién no desea como propósito de año nuevo poder viajar más? En Colombia y Chile, por ejemplo, el ritual favorito de quienes sueñan con viajar más consiste en sacar las maletas a pasear alrededor de la casa a medianoche, aunque estén completamente vacías. La idea es atraer viajes, aventuras y nuevas experiencias.
Ecuador, el fin de año está marcado por la quema de monigotes gigantes -hechos de papel, madera y a veces petardos- que representan lo negativo que se desea dejar atrás. Este fuego purificador simboliza cerrar un ciclo y comenzar otro completamente renovado.
En México ocurre algo similar: se escriben en un papel los malos recuerdos del año y se queman, a veces junto con muñecos de trapo que representan aquello que se quiere dejar en el pasado.
Si continuamos viajando hacia el sur, en Perú encontramos una versión peculiar de la tradición de las uvas: allí se comen debajo de la mesa para atraer buena fortuna amorosa. Además, se colocan tres tipos de patatas bajo la cama -pelada, sin pelar y a medio pelar- que se eligen al azar para predecir la situación económica del próximo año.
Y en Brasil, especialmente en Río de Janeiro, el destino manda dirigirse a la costa. Después de los espectáculos de fuegos artificiales, miles de personas se acercan a la orilla para lanzar ofrendas al mar dedicadas a Lemanjá, la diosa del océano. También se saltan siete olas seguidas, cada una asociada a un deseo de prosperidad.
¿Cuál elegimos?
Lo más fascinante de todas estas tradiciones es que, aunque cada una tiene su origen y su historia, todas persiguen lo mismo: atraer buena suerte, prosperidad, salud, amor, viajes, protección y nuevas energías. Son rituales que conectan a las personas con sus raíces, sus familias y sus deseos más profundos.
Así que, si este año te has cansado de las uvas, quizás haya llegado el momento de inaugurar una nueva costumbre, ya sea quemar lo viejo, saltar olas, pasear maletas o simplemente buscar un gesto simbólico que te inspire. Al final, lo importante no es el ritual que elijas, sino el significado que le das y la ilusión con la que recibes el año que comienza.